En aquel tiempo, proclamaba Juan: "Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo." Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto."
"En la conciencia humana brota de manera bastante espontánea la imagen de un Dios patriarcal, contaminada por la proyección de nuestros deseos y miedos, nuestras ansias y decepciones. Un Dios omnipotente, preocupado permanentemente por su honor, dispuesto siempre a castigar, que solo busca de sus criaturas reconocimiento y sumisión.
Esta imagen de Dios puede alejarnos cada vez más de su presencia amistosa. Por lo general, las religiones tienden a introducir entre Dios y los pobres humanos muchos cultos, ritos y prácticas. Pero su cercanía amorosa corre el riesgo de diluirse.
Para muchos investigadores, Jesús representa la primera idea sana de Dios en la historia. Su idea de un Dios Padre y su modo de relacionarse con Él están libres de falsos miedos y proyecciones. El cambio fundamental introducido por Jesús se puede formular así: la actitud religiosa hacia su Padre arranca de la seguridad de que Dios existe para el ser humano.
El evangelio de Marcos narra el bautismo de Jesús en el Jordán sugiriendo una nueva experiencia que Jesús vivirá y comunicará a lo largo de su vida. Según el relato el "cielo se abre", pero no para descubrirnos la ir de Dios, que llega con su hacha amenazadora, como pensaba el Bautista, sino para que descienda su Espíritu, es decir, su amor vivificador. Del cielo abierto sólo llega una voz: "Tú eres mi Hijo amado".
Es una pena que, a pesar de decirnos seguidores de Jesús, volvamos tan fácilmente a imágenes regresivas del Antiguo Testamento, abandonando su experiencia más genuina de Dios Padre." (J.A.Pagola)
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