El Anacoreta y su discípulo llevaban en el desierto una vida de silencio y oración. Pero el anciano aprovechaba momentos de paseo o las frugales comidas, para aconsejar a su joven seguidor. Aquel día le dijo:
- En vida es importante vivir la presencia de Dios. Sentirse en todo momento en sus manos. Verlo todo a través de Él.
Se detuvo un momento y luego prosiguió:
- Viviendo su presencia, cualquier cosa nos habla de Él. Es más, es a través de los acontecimientos que Él nos habla. El menor detalle de la vida puede ser un mensaje profundo, que puede ayudarnos a avanzar mucho en nuestro camino espiritual...
Miró a la lejanía y concluyó:
- Viviendo su presencia no podemos hacer el mal y sólo podemos amar...
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