Aquel día, durante un descanso, el discípulo preguntó al Anacoreta:
- ¿Qué es más importante, el corazón o el cerebro, las emociones o las ideas?
El anciano guardó más tiempo de silencio del habitual antes de responder. Mirando a la lejanía dijo:
- Difícil pregunta. Podría responderte que ambas son importantes...pero esto no resolvería la cuestión.
Volvió a guardar silencio. Luego, mirando fijamente al joven, prosiguió:
- Las ideas son muy importantes. Nuestros actos deben estar precedidos siempre por la reflexión. Llevarnos solamente por las emociones puede hacernos cometer grandes errores. Pero...las ideas sin emociones, sin pasión, sin corazón...son frías y también nos pueden llevar al error, aunque la cosa parezca razonablemente perfecta y lógica...Por eso es tan importante el corazón.
Colocó una mano sobre el hombro del discípulo y concluyó:
- Pero no todos los corazones son iguales. Hay corazones que todo lo guardan para ellos. Parecen amar, pero...en realidad sólo se aman a sí mismos. Todo lo hacen, aunque sean obras de caridad y de entrega a los demás, para hacer crecer su ego. Hay corazones que son abiertos; en los que puedes entrar y hallar cobijo. Corazones que todo lo comparten y no se quedan nada para ellos...Las ideas, con un corazón así, las dos cosas, es lo que debemos alcanzar...
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