En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y añadió: "Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa." Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
También podía haber titulado el comentario "Comunidad y Vida". Porque esta es una de las conclusiones que podemos extraer de este fragmento de evangelio. El apostolado ha de hacerse en comunidad. No es un asunto individual. Por eso Jesús los manda de dos en dos. Y lo importante de nuestro apostolado es el testimonio de nuestra vida. Por bellas que sean nuestras palabras, si no van acompañadas de la coherencia de nuestra vida, del ejemplo, no sirven de nada. Nuestra vida vale por mil palabras.
"Gabriel Marcel define al ser humano como "homo viator": persona viajera.
La vida humana es un viaje con un principio y un destino. Caminamos con los demás, interactuando con ellos.
También es un viaje en el que se despliega nuestra interioridad -Teresa de Ávila habla de la vida espiritual como un camino.
En el Evangelio de hoy, Jesús envía a sus discípulos a un viaje. Será un viaje en el que aprenderán a viajar ligeros y con los demás, llevando sólo lo más esencial; a entrar en la vida de los demás y a salir; y a ofrecer a Dios.
En la primera lectura, encontramos a David muriendo y ofreciendo a su hijo la sabiduría aprendida en su viaje de vida. Recuerda que lo más esencial para tener éxito en esta vida es la fidelidad a Dios. Nada más cuenta en última instancia en el viaje, en realidad." (Ciudad Redonda)
No hay comentarios:
Publicar un comentario