En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos, terminada la travesía, tocaron tierra en Genesaret, y atracaron. Apenas desembarcados, algunos lo reconocieron, y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaban los enfermos en camillas. En la aldea o pueblo o caserío donde llegaba, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y los que lo tocaban se ponían sanos.
Jesús los curaba a todos. Libraba del mal físico y espiritual a aquel que se le acercaba. Nosotros nos quejamos de nuestros males, de nuestros problemas y olvidamos que la solución está en acercarse a Jesús. Un Jesús que está presente en los otros. Y también olvidamos que nosotros debemos sanar a los demás, acercándonos a ellos, acercando a Jesús a ellos. Hasta que no nos convenzamos de que sólo el Amor y la fraternidad pueden liberar a nuestra sociedad, seguiremos rodeados de mal, injusticias, guerras...
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