En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Se alojó en una casa, procurando pasar desapercibido, pero no lo consiguió; una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró en seguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era griega, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo: "Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos." Pero ella replicó: "Tienes razón, Señor; pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños." Él le contestó: "Anda, vete, que, por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija." Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.
"En el evangelio vemos que Jesús rompe fronteras culturales y religiosas, quedando de manifiesto que la acción misionera del Reino de Dios es para todos y no para unos cuantos. Marcos nos presenta a una madre desesperada, capaz de hacer todo por su hija. En nuestros días, en los barrios pobres, los niños y los perritos viven juntos en la lucha por sobrevivir. Esta mujer cananea, a pesar de la barrera judía que le plantea Jesús, no se detiene ante su demanda y piensa: “Si soy perrito, tengo el derecho de los perritos, entonces las migajas me pertenecen”. Jesús, sorprendido, atiende a la súplica de esta madre, reconoce que Reino de Dios es para quienes claman por la vida y se oponen a toda injusticia. Recordemos aquel pensamiento que Monseñor Romero parafrasea de San Ireneo: “la gloria de Dios es que el pobre viva”. ¿Qué estamos haciendo para que el proyecto del Reino de Dios se traduzca en acciones de vida a favor de los empobrecidos de nuestra comunidad? ." (Koinonía)
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