En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: "Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco." Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.
Jesús y sus discípulos no tienen casi tiempo para descansar. Es la consecuencia de entregarse totalmente al prójimo. Es el modelo para los que decimos dedicarnos al apostolado. Para Jesús el descanso era la oración, hablar con el Padre. ¿Es ese nuestro descanso?
El prójimo espera nuestra orientación. Esto sólo lo haremos con nuestra vida.
"Me temo que Salomón eligió mal. David había elegido mucho más sabiamente: David había elegido el amor. Al final de todo, vemos a David justificado y a Salomón pereciendo en su sabiduría.
La sabiduría sólo puede llevarte hasta cierto punto: es demasiado calculadora, demasiado cautelosa, demasiado prudente. Va a lo seguro, y sabiamente.
Pero es el amor el que salta por encima de los imposibles, con una locura del corazón que la razón nunca podrá comprender.
La sabiduría te dice que Jesús y sus discípulos deberían haber descansado después de una labor tan dura. Jesús mismo sabe que sus discípulos necesitan descansar. Necesitan comer bien, dormir ocho horas, hacer yoga, ir a un chequeo médico cada seis meses. Al fin y al cabo, ¿no tienen por delante largos años de ministerio?
Pero entonces Jesús ve a la multitud. Su corazón se hace cargo. Descansa." (Ciudad Redonda)
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