domingo, 13 de febrero de 2022

POBRES Y RICOS

 


En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: "Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas."

"Las Bienaventuranzas con los pobres de protagonistas y las malaventuranzas (los ayes) con los ricos como destinatarios, continúan el plan programático de Jesús en el evangelio de Lucas.
Las Bienaventuranzas son una forma literaria conocida desde antiguo en Egipto, Mesopotamia, Grecia, etc. En Israel tenemos varios testimonios en la Biblia, especialmente en la literatura sapiencial y profética. En los salmos y en la literatura sapiencial en general, se considera bienaventurada a una persona que cumple fielmente la ley: “Bienaventurado el hombre que no va a reuniones de malvados ni sigue el camino de los pecadores... mas le agrada la ley del Señor y medita su ley de día y de noche” (Sal 1,1); “Bienaventurados los que sin yerro andan el camino y caminan según la ley del Señor” (119,1).
Las malaventuranzas o los “ayes” son más comunes en los profetas, en momentos donde se quiere expresar dolor, desesperación luto o lamento por alguna situación que conduce a la muerte: “Ay de los que disimulan sus planes y creen que se esconden de Yahvé” (Is 29,15); “ay de estos hijos rebeldes, dice Yahvé, que traman unos proyectos que no son los míos...” (Is 30,1). También para llamar la atención de los que acaparan: “¡ay de los que juntáis casa con casa, y añadís campo a campo hasta que no queda sitio alguno, para habitar vosotros solos en medio de la tierra!” (Is 5,8); “¡Ay de los que decretan estatutos inicuos, y de los que constantemente escriben decisiones injustas!” (Is 10,1). Las Bienaventuranzas y maldiciones de Jesús con relación a las del AT tienen diferencias fundamentales. En la literatura sapiencial del AT se insiste en un comportamiento acorde con la ley para poder ser bienaventurado, en el evangelio en cambio, Jesús no exige ningún comportamiento ético determinado, como condición para ser declarado bienaventurado. Simplemente los pobres (anawin), . los que lloran, los perseguidos... son bienaventurados.
Comparando las bienaventuranzas de Lucas con las de Mateo encontramos algunos datos interesantes. El lugar del discurso según Mateo es la montaña, con la intención de releer la figura de Jesús a la luz de la de Moisés en el Sinaí. Según Lucas es en un llano. Muchos incluso los diferencian llamándolos “sermón de la montaña” o “sermón del llano”. En las primeras bienaventuranza Mateo tiene una de más: “bienaventurados los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia” (Mt 5,5). En total, Lucas tiene cuatro que son equivalentes a las nueve de Mateo. En Mateo hay una inversión con relación a Lucas, pues aparecen los “hambrientos” detrás de los “afligidos”. En Mateo están redactadas en tercera persona mientras en Lucas todas están en segunda persona. Mateo subraya actitudes interiores con las cuales se debe acoger el Reino, por ejemplo, la misericordia, la justicia, la pureza de corazón, en cambio Lucas se preocupa por mostrar la situación real y concreta de pobreza, hambre, tristeza.
La bienaventuranza clave es la de los pobres, ya que las otras se entienden en relación a ésta. Son los pobres los que tienen hambre, los que lloran o son perseguidos. Lucas recuerda la promesa del AT de un Dios que venía a actuar a favor de los oprimidos (Is 49,9.13), los que tienen a Dios como único defensor (Is 58,6-7) que claman constantemente a Dios (Sal 72; 107,41; 113,7-8). Todas estas promesas van a ser cumplidas en Jesús, quien ha definido desde el principio su programa misionero en favor de los pobres y oprimidos (Lc 4,16-21. Cf. Is 61,1-3).
La última bienaventuranza (vv. 22-23) tiene como destinatarios a los cristianos que son perseguidos y excluidos a causa de su fe. Su felicidad no consiste en padecer sino en la conciencia de estar llamados a poseer una “recompensa grande en el cielo”. ¿Dios, entonces, nos quiere pobres?, y ¿qué tipo de pobres? Los pobres no son bienaventurados por ser pobres, sino porque asumiendo tal condición, por situación o solidaridad, buscan dejar de serlo.
La pobreza cristiana va ligada a la promesa del reino de Dios, es decir a tener a Dios como rey. Este reinado se convierte en la mayor riqueza, porque es tener a Dios de nuestro lado, es tener la certeza de que Dios está aquí, en esta tierra de injusticias y desigualdades, encarnado en el rostro de cada pobre, invitándonos a asumir su causa. La causa es también la causa del Reino. Y disfrutaremos el Reino cuando no haya empobrecidos carentes de sus necesidades básicas, sino «pobres en el Señor» que son todos los que mantienen la riqueza de un pueblo basada en el amor, la justicia, la fraternidad y la paz. En otras palabras, “Pobres no son los miserables sino los que libremente renuncian a considerar el dinero como valor supremo -un ídolo- y optan por construir una sociedad justa, eliminando la causa de la injusticia, la riqueza. Son los que se dan cuenta de que aquello que ellos consideraban un valor -éxito, dinero, eficacia, posición social, poder- de hecho va contra el ser humano. El reino de Dios es la sociedad alternativa que Jesús se propone llevar a término. La proclama del reino no la efectúa desde la cima del monte, sino desde el «llano», en el mismo plano en que se halla la sociedad construida a partir de los falsos valores de la riqueza y el poder.
En Lucas las bienaventuranzas van seguidas de cuatro “ayes” o maldiciones contra los ricos. Las dos primeras van directamente contra los ricos y satisfechos por su indiferencia ante la situación de los pobres. Las dos últimas se dirigen a los que ríen y a los que tienen buena fama. La contraposición entre pobres y ricos está claramente planteada en el Magníficat: “A los hambrientos ha colmado de bienes y ha despedido a los ricos con las manos vacías” (Lc 1,53). Y en la parábola del pobre Lázaro (Lc 16,19-31). Es claro para Lucas que toda confianza puesta en la riqueza es engañosa (Lc 12,19)." (Koinonía)


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