Jesús despidió a la gente y entró en la casa. Sus discípulos se acercaron a él y le pidieron que les explicase la parábola de la mala hierba en el campo. Él les respondió: El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre, y el campo es el mundo. La buena semilla representa a los que son del reino; la mala hierba, a los que son del maligno; y el enemigo que sembró la mala hierba es el diablo. La siega representa el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. Así como se recoge la mala hierba y se la quema en una hoguera, así sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre mandará sus ángeles a recoger de su reino a todos los que hacen pecar a otros y a los que practican el mal. Los arrojarán al horno encendido, donde llorarán y les rechinarán los dientes. Entonces, aquellos que cumplen lo ordenado por Dios brillarán como el sols en el reino de su Padre. Los que tienen oídos, oigan.
Nos sumamos a la petición de aquellos primeros discípulos que quieren recibir explicaciones a cerca de la parábola de la mala hierba sembrada en el campo (proclamada en la liturgia del sábado pasado).
Cierto. No hemos de ser ingenuos. Hay “malas hierbas”. Y pueden brotar en el propio corazón, en el seno de la comunidad, en el terreno donde su juega el partido de la historia, de la vida.
¿Qué hacer? Vigilancia, discernimiento, paciencia…
Aplicándolo cada día a lo más personal, a lo que ocurre en nuestras relaciones (familiares, comunitarias) y a lo que acontece en el mundo.
En el horizonte contamos con la serena certeza de que hay un poner en claro las cosas (“juicio escatológico”).
Dios no es “neutral” ante el mal. Su providencia va tejiendo el bien en lo ambiguo de nuestras vidas y relaciones. Y nos invita a la lucidez y a la seriedad.
Sí. Nos ha dado ya un criterio que está ejerciendo de discernidor; ese criterio de la “buena hierba” es el amor al otro, especialmente al pobre, al indefenso, al tendido en las cunetas de la historia en todas las épocas (cf Mt 25).
Mi opción por el pobre e indefenso, tu opción por el pobre e indefenso es la delicada medicina que irá haciendo de tu corazón y de mi corazón “buena hierba de su Reino”.
En el entretiempo, en los afanes de cada jornada, mientras avanza nuestra peregrinación como comunidad de justos y pecadores, agradezcamos vivir nuestros días en el tiempo de la paciencia de Dios.
No dudemos de la oferta constante de su gracia que es posibilidad de cambio, de conversión, de recuperación, de transformación de “mala” en “buena” hierba de su Reino.
(Juan Carlos Rodríguez cmf, Ciudad Redonda)
No hay comentarios:
Publicar un comentario