lunes, 7 de agosto de 2023

TUVO COMPASIÓN DE ELLOS

 

Cuando Jesús recibió la noticia de la muerte de Juan, se fue de allí, él solo, en una barca, a un lugar apartado. Pero la gente, al saberlo, salió de los pueblos para seguirle por tierra. Al bajar Jesús de la barca, viendo a la multitud, sintió compasión de ellos y sanó a los que estaban enfermos. Como se hacía de noche, los discípulos se acercaron a él y le dijeron:
– Ya es tarde y este es un lugar solitario. Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y se compren comida.
 Jesús les contestó:
– No es necesario que vayan. Dadles vosotros de comer.
 Respondieron:
– No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.
 Jesús les dijo:
– Traédmelos.
 Mandó entonces a la multitud que se recostara sobre la hierba. Luego tomó en sus manos los cinco panes y los dos peces y, mirando al cielo, dio gracias a Dios, partió los panes, se los dio a los discípulos y ellos los repartieron entre la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y todavía llenaron doce canastas con los trozos sobrantes. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

Jesús era consciente de que no había llegado su hora. Por eso marcha y se retira a un lugar apartado. La gente lo sigue y él sigue con su misión. Tiene compasión de ellos y los cura y les da de comer. La misión de Jesús es servir , esa es la expresión de su Amor. Y este debe ser también nuestro camino.

"En las dificultades, en los aprietos, en las tormentas de la vida… el miedo es señal de alerta.
Y nos puede recordar esa verdad profunda, que nos cuesta en ocasiones asumir: nuestra constitutiva fragilidad; esa de la que nos alejamos cuando fantaseamos con nuestra supuesta “auto-consistencia”.
Lo malo es si los miedos se instalan dentro… Cuando se vuelven “okupas” paralizan, nos roban la energía, nos desmantelan, nos aturden…
En la travesía de la fe, el mejor antídoto contra el miedo es su Voz, su Mano y su Presencia.
Su Voz. La Palabra escuchada, acogida, rumiada día a día es la que va fortaleciendo el sentido de la confianza; esa lectio continua con la Palabra, alimento esencial para todo seguidor/a del Señor, nos traerá el eco de sus promesas: “no temas, ten ánimo, yo estoy contigo” y lo implantará en nuestro corazón.
Su Mano. En cuanto discípulos, conscientes de nuestra debilidad y fragilidad, siempre podremos asirnos de su Mano; mano siempre tendida, mano siempre dispuesta para levantar, para sostener, para guiar, para acompañar…
Su Presencia. Todos y cada uno de los días de nuestra vida, hasta el fin del mundo no ha de faltarnos el misterio de su Presencia. El evangelio según Mateo lo resalta ya en el comienzo mismo (“Dios con nosotros -Enmanuel-“) y lo subraya hasta el final como promesa del Resucitado
Si Tú, Señor, me dices: “¡ven!”, atravieso los miedos.
Si Tú, Señor, me dices: “¡ven!” camino sobre las aguas de la inseguridad.
Si Tú, Señor, me dices: “¡ven!” creo y confío en lo imposible.
En las dificultades de hoy, en las tormentas de mañana… no dejará de resonar tu promesa: “¡ánimo, no temas, soy Yo, ven…!”"
(Juan Carlos Rodríguez cmf, Ciudad Redonda)

No hay comentarios:

Publicar un comentario