El Anacoreta dijo a su joven seguidor:
- Escucha lo que Dios dijo a Abrahán: "Haré grande tu nombre, te convertirás en una bendición".
Lo miró sonriendo y prosiguió:
- Los cristianos deberíamos ser una bendición para los demás, pero para ello hay que hacer como Abrahán: dejarlo todo, entregarse totalmente. La mayoría de los cristianos no somos una bendición, porque nos quedamos a medias tintas. No acabamos de entregarnos, no dejamos atrás nuestro egoísmo para amar con todo el corazón a los demás.
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