- ¡Mirad, ese es
el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo! A él me refería yo cuando dije: ‘Después de mí viene uno que
es más importante que yo, porque existía antes que yo.’ Yo mismo no sabía quién era él, pero he venido
bautizando con agua precisamente para que el pueblo de Israel le conozca.
Juan también declaró:
- He visto al Espíritu
Santo bajar del cielo como una paloma, y reposar sobre él. Yo aún no sabía quién era él, pero el que me envió a bautizar
con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que el Espíritu baja y reposa, es el
que bautiza con Espíritu Santo.’ Yo ya le he visto, y
soy testigo de que es el Hijo de Dios."
Juan, al ver a Jesús, exclama: Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Para los judíos, el cordero era símbolo de liberación. El cordero con cuya sangre pintaron las jambas de las puertas la noche de Pascua, los libró de la muerte y de la esclavitud en Egipto.
Juan, además de llamar cordero de Dios a Jesús, le dice que quita el pecado del mundo.
Jesús no es símbolo, sino realización de libertad. Libera al mundo del mal.
Ser cristiano es ser seguidores de Jesús, es decir libertadores. Si no somos capaces de quitar el mal del mundo; si no luchamos contra la pobreza, la injusticia, el dolor...sólo tenemos el nombre de cristianos, pero estamos muy lejos de serlo. El bautismo de Jesús es algo más que una purificación por el agua. Es la total transformación por el Espíritu.
Seguir a Jesús es convertirse, dejarse transformar por el Espíritu y luchar para librar al mundo del egoísmo, que es la raíz del mal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario