"Amarás al Señor tu Dios de todo corazón, con todo el alma, con todas tus fuerzas, con toda la mente, y al prójimo como a ti mismo."
Aquel Maestro de la Ley contestó correctamente a la pregunta de Jesús. Conocía perfectamente la teoría; pero le fallaba la práctica. Por eso tubo que preguntar quién era su prójimo. Jesús le contestó con la parábola del Samaritano. Le mostró al herido por los bandidos en el camino, y le enseñó cómo el levita y el sacerdote, que también se sabían la teoría, pasaron de largo. Sólo el samaritano, un hereje, alguien despreciado por los que sabían la teoría, se paró y atendió al herido.
Hoy los hombres seguimos conociendo la teoría, pero nos falla la práctica. Hoy Jesús no nos cuenta la parábola del samaritano. Hoy nos muestra una multitud de familias huyendo de la guerra. Hoy nos muestra subsaharianos escapando de la miseria. ¿Somos levitas y sacerdotes o samaritanos?
De momento nos contentamos con discutir la teoría. Cuántos acoger. Dónde acogerlos. Incluso aparcamos el problema porque tenemos otros asuntos que tratar. Urgentes, decimos hipócritamente.
Pero Jesús nos dice con claridad, que no amamos a Dios con todo el corazón, el alma, las fuerzas y la mente, si no amamos al prójimo como a nosotros mismos. Y no tenemos excusas. Sabemos muy bien quién es nuestro prójimo.
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