sábado, 13 de febrero de 2016

BUENOS Y MALOS


"Después de esto, Jesús salió y se fijó en uno de los que cobraban impuestos para Roma. Se llamaba Leví y estaba sentado en el lugar donde cobraba los impuestos. Jesús le dijo:
– Sígueme.
Entonces Leví se levantó, y dejándolo todo siguió a Jesús.
Más tarde, Leví hizo en su casa una gran fiesta en honor de Jesús; y muchos de los que cobraban impuestos para Roma, junto con otras personas, estaban sentados con ellos a la mesa. Pero los fariseos y los maestros de la ley pertenecientes a este partido comenzaron a criticar a los discípulos de Jesús. Les decían:
– ¿Por qué coméis y bebéis con los cobradores de impuestos y los pecadores?
Jesús les contestó:
– Los que gozan de buena salud no necesitan médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan a Dios."

Hoy, el evangelio nos muestra la vocación de Mateo (Leví). Mateo era un cobrador de impuestos, y en aquella época abusaban de su poder para enriquecerse. Hoy le llamaríamos corrupto. Jesús lo llama y Mateo inmediatamente le sigue. Además organiza un banquete en honor de Jesús. Un banquete de corruptos al que asisten Jesús y sus discípulos. Eso levanta inmediatamente las críticas de los fariseos. ¡Come con pecadores! Nosotros tenemos la tendencia a dividir la sociedad entre buenos y malos; que suele simplificarse entre los que piensan como yo y los que no. Jesús los divide entre los que están cerca de Dios y los que están lejos. Y se decanta por los que están lejos, para llamarlos, para llevarlos a Dios.
No citaré nombres, pero podría nombraros sacerdotes, religiosos y religiosas, que han dedicado toda su vida a los más pobres y que son criticados cuando se acercan a los "corruptos", no para obtener poder, sino para mostrarles que hay otra sociedad y que ellos pueden contribuir a mejorarla. 
El concepto de bondad y de maldad está muy lejos de nuestra percepción. No somos nadie para juzgar a los demás. Dios es Padre de todos y nos llama a todos. Y aquél que parece estar más lejos, es al que llama con más insistencia. Nosotros, en vez de condenar, lo que debemos hacer es ayudarles con nuestro amor a encontrar a ese Dios Padre, del que están más cerca de lo que creen.

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