"Había una vez un hombre rico, que vestía ropas espléndidas y todos los días celebraba brillantes fiestas. Había también un mendigo llamado Lázaro, el cual, lleno de llagas, se sentaba en el suelo a la puerta del rico. Este mendigo deseaba llenar su estómago de lo que caía de la mesa del rico; y los perros se acercaban a lamerle las llagas. Un día murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron junto a Abraham, al paraíso. Y el rico también murió, y lo enterraron.
El rico, padeciendo en el lugar al que van los muertos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro con él. Entonces gritó:
- ¡Padre Abraham, ten compasión de mí! Envía a Lázaro, a que moje la punta de su dedo en agua y venga a refrescar mi lengua, porque estoy sufriendo mucho entre estas llamas.
Pero Abraham le contestó:
- Hijo, recuerda que a ti te fue muy bien en la vida y que a Lázaro le fue muy mal. Ahora él recibe consuelo aquí, y tú en cambio estás sufriendo. Pero además hay un gran abismo abierto entre nosotros y vosotros; de modo que los que quieren pasar de aquí ahí, no pueden, ni los de ahí tampoco pueden pasar aquí.
El rico dijo:
- Te suplico entonces, padre Abraham, que envíes a Lázaro a casa de mi padre, donde tengo cinco hermanos. Que les hable, para que no vengan también ellos a este lugar de tormento.
Abraham respondió:
- Ellos ya tienen lo que escribieron Moisés y los profetas: ¡que les hagan caso!
El rico contestó:
- No se lo harán, padre Abraham. En cambio, sí que se convertirán si se les aparece alguno de los que ya han muerto.Pero Abraham le dijo:
- Si no quieren hacer caso a Moisés y a los profetas, tampoco creerán aunque algún muerto resucite."
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En esta parábola, Jesús nos presenta a un rico sin nombre y a un pobre llamado Lázaro (Dios ayuda). Ese rico podemos asociarlo a muchas personas. De entrada, el evangelio no nos dice que fuese una persona mala, injusta. Simplemente que era riquísimo, y que banqueteaba cada día, mientras a la puerta de su casa Lázaro se moría de hambre y solamente los perros le lamían sus heridas.
Al comienzo del año se nos presentaban estudios en los que se nos indicaba, que el 20% de la población mundial, acaparaba el 86% de las riquezas. Y otros estudios añadían, que a este ritmo, en dos años, la riqueza que poseería el 1% de la humanidad, superaría a la del 99% restante. Ahí tenemos al rico y al Lázaro actual.
Otra visión. Europa, sigue sin dar solución al problema de los miles de refugiados de Siria y otros países en guerra. Es otro ejemplo del rico y Lázaro.
Y en nuestra vida personal, tenemos junto a nosotros a familias que no llegan a fin de mes, a niños en pobreza. ¿Hacemos algo?¿Se nos remueve la conciencia? No hace falta que miremos a las grandes riquezas. A nosotros también nos molestan los pobres y miramos para otro lado. Y Lázaro no está lejos de nosotros. Cada día nos cruzamos con él.
(Os recomiendo leáis el comentario a esta parábola y a otras en el libro: NARRAR EL AMOR, Parábolas de hombres y mujeres, Enzo Bianchi, Ed. Sal Terrae, Maliaño)
Bon día Joan Josep, en el teu comentari ja ho dius ben clar.
ResponderEliminarUna abraçada, Montserrat