Llevaba unos días cayendo una lluvia fina que lo empapaba todo. El joven seguidor llegó de la calle y entró en casa protestando:
- Estoy harto de esta lluvia y esta humedad que te cala los huesos.
El Anacoreta sonrió, y mirando con cariño al joven dijo:
- Pues a mí me recuerda el Espíritu. Esta lluvia es como su Gracia, que nos va empapando, que penetra en todas partes para que demos fruto, que hace de nosotros hombres llenos de espiritualidad.
Me gusta bautizarme con esta lluvia
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