"Jesús entró en el templo y, mientras estaba en él, enseñando, se le acercaron los jefes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos y le preguntaron:
– ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te ha dado tal autoridad?
Jesús les contestó:
– Yo también os voy a hacer una pregunta: ¿Quién envió a Juan a bautizar: Dios o los hombres? Si me respondéis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.
Ellos se pusieron a discutir unos con otros: Si respondemos que le envió Dios, nos dirá: Entonces, ¿por qué no le creísteis? Y si decimos que fueron los hombres, tenemos miedo de la gente, porque todos tienen a Juan por profeta. Así que respondieron a Jesús:
– No lo sabemos.
Entonces él les contestó.
– Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas."
Los fariseos se sienten interpelados por las cosas que hace y que dice Jesús. Por eso le preguntan de dónde viene su autoridad. Jesús les responde colocándolos frente a ellos mismos. ¿Por qué no aceptaron a Juan?¿Por qué lo ignoraron?
Nosotros sabemos de dónde le viene la autoridad a Jesús. ¿Por qué tampoco le hacemos caso?¿Por qué no creemos en su Palabra y no imitamos sus obras?
Nos es más fácil seguir una religión de ritos y normas, que comprometernos personalmente. Nos es más fácil "creer" que convertirnos. Y la verdadera Fe se traduce en conversión, en cambio de vida.
La autoridad de Jesús venía del Padre; pero, para que nos quedara clara, la confirmó con su vida y con su muerte. Esta es la autoridad que debemos seguir.
Los fariseos se sienten interpelados por las cosas que hace y que dice Jesús. Por eso le preguntan de dónde viene su autoridad. Jesús les responde colocándolos frente a ellos mismos. ¿Por qué no aceptaron a Juan?¿Por qué lo ignoraron?
Nosotros sabemos de dónde le viene la autoridad a Jesús. ¿Por qué tampoco le hacemos caso?¿Por qué no creemos en su Palabra y no imitamos sus obras?
Nos es más fácil seguir una religión de ritos y normas, que comprometernos personalmente. Nos es más fácil "creer" que convertirnos. Y la verdadera Fe se traduce en conversión, en cambio de vida.
La autoridad de Jesús venía del Padre; pero, para que nos quedara clara, la confirmó con su vida y con su muerte. Esta es la autoridad que debemos seguir.
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