"¿A qué compararé la gente de este tiempo? Es comparable a los niños que se sientan a jugar en las plazas y gritan a sus compañeros: ‘Tocamos la flauta, y no bailasteis; cantamos canciones tristes, y no llorasteis.’ Porque vino Juan, que ni come ni bebe, y dicen que tiene un demonio. Luego ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen que es glotón y bebedor, amigo de gente de mala fama y de los que cobran impuestos para Roma. Pero la sabiduría de Dios se demuestra por sus resultados."
Los hombres del tiempo de Jesús, ni supieron reconocer a Juan, ni reconocieron a Jesús. Ellos estaban distraídos con otras cosas. Esperaban un mesías que luchara contra la opresión de los romanos, que hiciera de ellos un gran pueblo. No se dieron cuenta que se trataba de cambiar el corazón, de convertirse.
Hoy nos pasa lo mismo. Atraídos por el consumismo, por la moda, cerramos nuestro corazón a Jesús. No reparamos que Él llama a nuestra puerta. Nos quedamos con lo externo de las cosas, en la corteza y no sabemos ver el interior, donde está Jesús. No escuchamos su voz que nos pide conversión. No escuchamos su voz que nos pide amor.
Los hombres del tiempo de Jesús, ni supieron reconocer a Juan, ni reconocieron a Jesús. Ellos estaban distraídos con otras cosas. Esperaban un mesías que luchara contra la opresión de los romanos, que hiciera de ellos un gran pueblo. No se dieron cuenta que se trataba de cambiar el corazón, de convertirse.
Hoy nos pasa lo mismo. Atraídos por el consumismo, por la moda, cerramos nuestro corazón a Jesús. No reparamos que Él llama a nuestra puerta. Nos quedamos con lo externo de las cosas, en la corteza y no sabemos ver el interior, donde está Jesús. No escuchamos su voz que nos pide conversión. No escuchamos su voz que nos pide amor.
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