"De ese tronco que es Jesé, sale un retoño;
un retoño brota de sus raíces.
El espíritu del Señor estará continuamente sobre él
y le dará sabiduría, inteligencia,
prudencia, fuerza,
conocimiento y temor del Señor.
Él no juzgará por la sola apariencia
ni pronunciará su sentencia fundándose en rumores.
Juzgará con justicia a los débiles
y defenderá los derechos de los pobres del país.
Sus palabras serán como una vara para castigar al violento,
y con el soplo de su boca hará morir al malvado.
Siempre irá revestido de justicia y verdad.
Entonces el lobo y el cordero vivirán en paz,
el tigre descansará al lado del cabrito,
el becerro y el león crecerán juntos
y se dejarán guiar por un niño pequeño.
La vaca y la osa serán amigas,
y juntas descansarán sus crías.
El león comerá hierba, como el buey.
El niño jugará en el escondrijo de la cobra
y meterá la mano en el nido de la víbora.
En todo mi monte santo
no habrá quien haga ningún daño,
porque así como el agua llena el mar,
así el conocimiento del Señor llenará todo el país."
El evangelio de hoy es el mismo del domingo. Aquél era de Mateo y este de Lucas, pero dicen las mismas palabras. Por eso hoy comentaremos este texto del profeta Isaías, que centra muchos de los comentarios de Adviento.
El profeta nos muestra un paisaje idílico, tras la venida del Mesías. Tras veinte siglos de ese acontecimiento, el panorama de nuestra sociedad no es precisamente el aquí descrito. Lo que nos muestra Isaías es un utopía. ¿Decepción? Todo lo contrario.
Hay dos cosas que debemos tener claras. La utopía no es un sueño irrealizable, sino un horizonte, un punto al que debemos tender. La utopía nos invita a avanzar, a luchar, a caminar para alcanzarla. Y la Encarnación no es un hecho que se produjo hace más de dos mil años, sino algo que sucede cada día.
Es por eso que debemos luchar cada día para transformar nuestra sociedad dividida, egoísta, violenta, en esa sociedad que nos presenta Isaías, esa utopía a la que debemos tender con todas nuestras fuerzas. Sólo así lograremos cambiar este mundo. Intentar que el conocimiento del Señor llene todo el país. Ser fuentes de luz y de amor, que hagan ver a nuestra sociedad, que Él está en todo y en todos. Que sólo el Amor puede salvarnos.
El evangelio de hoy es el mismo del domingo. Aquél era de Mateo y este de Lucas, pero dicen las mismas palabras. Por eso hoy comentaremos este texto del profeta Isaías, que centra muchos de los comentarios de Adviento.
El profeta nos muestra un paisaje idílico, tras la venida del Mesías. Tras veinte siglos de ese acontecimiento, el panorama de nuestra sociedad no es precisamente el aquí descrito. Lo que nos muestra Isaías es un utopía. ¿Decepción? Todo lo contrario.
Hay dos cosas que debemos tener claras. La utopía no es un sueño irrealizable, sino un horizonte, un punto al que debemos tender. La utopía nos invita a avanzar, a luchar, a caminar para alcanzarla. Y la Encarnación no es un hecho que se produjo hace más de dos mil años, sino algo que sucede cada día.
Es por eso que debemos luchar cada día para transformar nuestra sociedad dividida, egoísta, violenta, en esa sociedad que nos presenta Isaías, esa utopía a la que debemos tender con todas nuestras fuerzas. Sólo así lograremos cambiar este mundo. Intentar que el conocimiento del Señor llene todo el país. Ser fuentes de luz y de amor, que hagan ver a nuestra sociedad, que Él está en todo y en todos. Que sólo el Amor puede salvarnos.
Solament l'Amor ens pot salvar.
ResponderEliminarAmb tot el que indiquen aquestes paraules, Amor, Salvar, salvar-nos,...
I és font d'esperança i de confiar.
Gràcies...
Un pais ple d'amor .quina felicitat ..treballem per que algun dia ho sigui
ResponderEliminar