– Nosotros hemos dejado todo lo que teníamos y te hemos seguido.
Jesús respondió:
– Os aseguro que todo el que por mi causa y por
causa del evangelio deje casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o
tierras,
recibirá ya en este mundo cien veces más en
casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, aunque con
persecuciones; y en el mundo venidero recibirá la vida eterna.
Pero muchos que ahora son los primeros, serán los últimos; y muchos que ahora son los últimos, serán los primeros." La pregunta de Pedro es interesada. Jesús sigue considerando que el dinero nos ata a la tierra y nos impide volar. El que no tiene nada, lo tiene todo. Ese es el ciento por uno. El que para la sociedad del dinero es el último, es el primero para Dios. Seguir a Jesús es dejarlo todo, para tenerlo todo. Pero para frenar el interés de Pedro, Jesús añade con persecuciones. En nuestra sociedad manda el dinero, el poder y se persigue a quien denuncia esta injusticia. Seguir a Jesús nos hace más libres, pero no nos evita los problemas, las incomprensiones.
Mañana, con el Miércoles de Ceniza, comienza la Cuaresma. Este año seguimos el ciclo A de lecturas. Es el tiempo de preparación a la Pascua del Señor. En la iglesia primitiva, era el tiempo en que los catecúmenos se preparaban a recibir el bautismo la noche del Sábado Santo. Es el camino del Éxodo, el camino de la liberación.
Cuaresma es un tiempo de renovación, un itinerario de penitencia. Es tiempo de ayuno. Un ayuno que debe ser más profundo que el ayuno físico. Es tiempo para desprendernos de todo lo inútil y accesorio. Es un tiempo para compartir.
Es tiempo de limosna. No se trata de dar lo que nos sobra. Tampoco de colocarnos por encima del que no tiene, para dar. Se trata de ponernos al mismo nivel del que no tiene y compartir todo lo nuestro. Es comprometer nuestra vida con la justicia social.
Es tiempo de oración. No tanto de repetir fórmulas, como de sentarnos en silencio en su presencia. Sentirlo en nuestro interior. Simplemente estar.
Vivir la Cuaresma nos permitirá renovar nuestros compromisos bautismales. Fortalecernos en el seguimiento de Jesús. Ser cada día más discípulos.
"Cuando Jesús iba a seguir su viaje, llegó un hombre corriendo, se puso de rodillas delante de él y le preguntó:
– Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?
Jesús le contestó:
– ¿Por qué me llamas bueno? Bueno solamente hay uno: Dios.
Ya sabes los mandamientos: ‘No mates, no
cometas adulterio, no robes, no mientas en perjuicio de nadie ni
engañes, y honra a tu padre y a tu madre.’
El hombre le dijo:
– Maestro, todo eso lo he cumplido desde joven.
Jesús le miró con afecto y le contestó:
– Una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes y
dáselo a los pobres. Así tendrás riquezas en el cielo. Luego, ven y
sígueme.
El hombre se afligió al oir esto; se fue triste, porque era muy rico.
Jesús entonces miró alrededor y dijo a sus discípulos:
– ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!
Estas palabras dejaron asombrados a los discípulos, pero Jesús volvió a decirles:
– Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios!
Le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.
Al oirlo, se asombraron aún más, y se preguntaban unos a otros:
– ¿Y quién podrá salvarse?
Jesús los miró y les contestó:
– Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él no hay nada imposible." La condición que pone Jesús para seguirle es clara: dejarlo todo. Este texto se ha devaluado aplicándolo únicamente a los religiosos, que supuestamente dejan familia y bienes para consagrarse a Jesús. Pero el evangelio es para todos. Todo seguidor de Jesús, además de cumplir los mandamientos, ha de dejarlo todo. En la práctica, ni los religiosos lo dejamos todo, porque no nos falta de nada, ni los seglares están dispuestos a desprenderse de sus bienes. Jesús no nos pide vivir en la miseria. Nos pide compartir. Quiere que renunciemos al tener y privilegiemos el ser. Jesús dijo que la puerta es estrecha. Debemos eliminar todo aquello que es superfluo. Todas aquellas cosas que creemos nos producen felicidad y que, sin embargo, son obstáculo a atravesar la puerta que conduce al seguimiento de Jesús.
El joven seguidor elogiaba a una persona mediática. El Anacoreta sonrió y dijo al joven:
- Los hombres tenemos tendencia a valorar las apariencias, pero lo importante es el interior de las personas.
Hizo una pausa y dijo:
- En el siglo XV vivió el monje más famoso de todo el Japón, Ikkyu, que era hijo ilegítimo del emperador. Cuando el príncipe de la provincia en que vivía decidió dar una gram fiesta le invitó, reservándole un honroso lugar a su lado. El día de la fiesta el monje apareció humildemente vestido, casi parecía un mendigo, con lo cual el príncipe montó en cólera y le expulsó. Luego Ikkyu regresó ataviado con buenas vestimentas y, una vez en el palacio, se las fue quitando lentamente y las dejó en una silla.
- ¿Qué estás haciendo? - Preguntó el príncipe.
- Te había entendido mal, pensaba que me habías invitado a mí, pero invitaste a mi vestimenta, así que aquí la dejo - respondió el monje.
Miró sonriendo a los ojos del joven seguidor y concluyó:
- Si miramos las apariencias, corremos el riego de perder a la persona.
Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y
querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede
servir a Dios y al dinero.
Por tanto, os digo: No estéis preocupados por
lo que habéis de comer o beber para vivir, ni por la ropa con que
habéis de cubrir vuestro cuerpo. ¿No vale la vida más que la comida y el
cuerpo más que la ropa?
Mirad las aves que vuelan por el cielo: ni
siembran ni siegan ni almacenan en graneros la cosecha; sin embargo,
vuestro Padre que está en el cielo les da de comer. Pues bien, ¿acaso no
valéis vosotros más que las aves?
Y de todos modos, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora?
¿Y por qué estar preocupados por la ropa? Mirad cómo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan.
Sin embargo, os digo que ni aun el rey Salomón, con todo su lujo, se vestía como uno de ellos.
Pues si Dios viste así a la hierba, que hoy
está en el campo y mañana se quema en el horno, ¿no os vestirá con mayor
razón a vosotros, gente falta de fe?
No estéis, pues, preocupados y preguntándoos: ‘¿Qué vamos a comer?’ o ‘¿Qué vamos a beber?’ o ‘¿Con qué nos vamos a vestir?’
Los que no conocen a Dios se preocupan por
todas esas cosas, pero vosotros tenéis un Padre celestial que ya sabe
que las necesitáis.
Por lo tanto, buscad primeramente el reino de los cielos y el hacer lo que es justo delante de Dios, y todas esas cosas se os darán por añadidura.
No estéis, pues, preocupados por el día de
mañana, porque mañana ya habrá tiempo de preocuparse. A cada día le
basta con sus propios problemas." Seguimos con el Sermón de la Montaña. Jesús nos habla de dos amos. Dios o el dinero. El Amor o el egoísmo. Nos dice que no podemos serviros a los dos. Si constantemente estamos preocupados por nosotros, por nuestra imagen, por lo que tenemos, por nuestro poder...no podemos preocuparnos del prójimo, es decir de Dios. Se puede vivir de dos maneras: con el culto al yo o buscando el Reino, la justicia, a los demás. Y no nos engañemos. Nuestra sociedad busca el yo. Hablamos de cultura del bienestar. Buscamos satisfacer todas nuestras necesidades, aunque sepamos que muchas de ellas son prescindibles. Debemos reflexionar y darnos cuenta que se puede vivir de otra manera. No centrados en nosotros mismos, sino mirando más allá. Preocupándonos por las necesidades ajenas y confiando en que Dios no nos abandonará. Si todos nos preocupamos de todos, nadie quedará desatendido. Viviendo convencidos de que necesitamos muchas menos cosas y de que la belleza y la felicidad residen en las cosas pequeñas, sencillas. Porque el fardo del Amor, aunque nos parezca muy pesado, es ligero de llevar. No lo llevamos solos.
"Llevaron unos niños a Jesús, para que los tocara; pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban.
Jesús, viendo esto, se enojó y les dijo:
– Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos.Os aseguro que el que no acepta el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
Tomó en sus brazos a los niños y los bendijo poniendo las manos sobre ellos." En los tiempos de Jesús, los niños, tanto para los judíos como para los romanos, eran "nadie". Por eso los discípulos consideran que molestan y hacen perder tiempo a Jesús. Pero precisamente, en el evangelio, los niños, los sencillos, los pobres, los "nadie", ocupan un lugar privilegiado. Nuestra sociedad, con la excusa de libertad y pluralismo, no dejamos que los niños se acerquen a Jesús, cuando les negamos la enseñanza religiosa, la catequesis y, a veces, el acceso a los sacramentos. Jesús sigue diciendo en nuestros tiempos que dejemos acercarse a Él a los niños, a los "nadie". Pide que abramos la Iglesia a todos. La iglesia de Santa Ana de Barcelona, es un buen ejemplo de respuesta a esa petición. Por desgracia, otras veces, lo que hacemos, es alejar a la gente de Jesús con nuestro comportamiento y mal ejemplo. Con nuestros oídos cerrados a los que piden ayuda y justicia.
"Salió Jesús de Cafarnaún y se fue a la región de Judea y a la tierra que está al oriente del Jordán.a Allí volvió a reunírsele la gente, y él comenzó de nuevo a enseñar, como tenía por costumbre.
Algunos fariseos se acercaron a Jesús, y para
tenderle una trampa le preguntaron si al esposo le está permitido
separarse de su esposa.
Él les contestó:
– ¿Qué os mandó Moisés?
Dijeron:
– Moisés permitió despedir a la esposa entregándole un certificado de separación.
Entonces Jesús les dijo:
– Moisés os dio ese mandato por lo tercos que sois.
Pero en el principio de la creación, Dios los creó hombre y mujer.
Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa,
y los dos serán como una sola persona. Así que ya no son dos, sino uno solo.
De modo que el hombre no debe separar lo que Dios ha unido.
Cuando ya estaban en casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre este asunto.
Jesús les dijo:
– El que se separa de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera;
y si la mujer deja a su esposo y se casa con otro, también comete adulterio."
Hablando coloquialmente, hablar hoy del matrimonio no mola. Y si decimos que el matrimonio es para toda la vida, todavía menos. ¿Qué le ocurre a nuestra sociedad?
La pregunta que le hacen los fariseos a Jesús lleva trampa. Moisés permitía el divorcio. Mejor dicho, que el hombre despidiera a la esposa. Sabían que Jesús defendía a la mujer y querían ponerle en un compromiso.
La respuesta de Jesús es clara: el verdadero matrimonio es formar un sólo corazón. Dejarlo todo para tener un único proyecto. Esa es la unión que hace Dios. Los fariseos consideraban el matrimonio como un beneficio para el hombre. La mujer era su posesión y podía despedirla cuando le interesaba. Aquel matrimonio era sólo un contrato, que podía anularse si interesaba.
Quizá es este el camino que ha seguido la humanidad. El matrimonio se ha ido convirtiendo en un contrato. Pero, ¿realmente está el amor en la base?
Jesús dice: lo que Dios a unido, que no le separe el hombre. ¿Podemos decir que todos los matrimonios son esa unión divina de corazones en uno solo? Los matrimonios que se rompen, ¿eran verdaderos matrimonios?
De todas maneras, no somos nadie para juzgar al matrimonio del que ha desaparecido el vínculo del amor.
El otro día, en el comedor del colegio, un niño de primero de primaria me decía: "tengo una nueva mamá". Y su compañero de al lado le preguntó: "¿también tienes un nuevo papá?"
No es extraño que los adolescentes no piensen en un matrimonio para siempre, si eso no es lo que viven en sus casas.
"El que os dé aunque solo sea un vaso de agua por ser vosotros de Cristo, os aseguro que tendrá su recompensa.
Al que haga caer en pecado a uno de estos
pequeños que creen en mí, más le valdría que lo arrojaran al mar con una
gran piedra de molino atada al cuello.
Si tu mano te hace caer en pecado, córtala; es mejor para ti entrar manco en la vida. que con las dos manos ir a parar al infierno, donde el fuego no se puede apagar.
Y si tu pie te hace caer en pecado, córtalo;
es mejor para ti entrar cojo en la vida, que con los dos pies ser
arrojado al infierno.
Y si tu ojo te hace caer en pecado, sácalo; es
mejor para ti entrar con un solo ojo en el reino de Dios, que con los
dos ojos ser arrojado al infierno,
donde los gusanos no mueren y el fuego no se apaga.
Porque todos serán salados con fuego.
La sal es buena, pero si deja de ser salada, ¿cómo volveréis a hacerla útil? Tened sal en vosotros y vivid en paz unos con otros." El texto de hoy nos invita a la coherencia. Si somos sus discípulos, es para hacer el bien, para transmitar la vida a los demás. Jesús utiliza ejemplos muy radicales, cortarse una mano, arrancarse un ojo, para indicarnos la responsabilidad que tenemos en el pecado de los demás. Si lo que hacemos no se adecua con lo que decimos, estamos cerrando el camino de la Fe a los demás. Es verdad que todos somos pecadores y que nadie es perfecto. Pero esto no nos exime de reconocernos pecadores, de pedir perdón y de luchar por cambiar y hacer el bien. Cuando nos mostramos como perfecto, pero nuestros actos lo desmienten, estamos escandalizando a los demás. Jesús no quiere personas perfectas, nos quiere honestos, coherentes en nuestra vida.
– Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre; pero se lo hemos prohibido, porque no es de los nuestros.
Jesús contestó:
– No se lo prohibáis, porque nadie que haga un milagro en mi nombre podrá luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro."
Hoy es la festividad de la Cátedra de san Pedro. El evangelio lo comentamos la semana pasada en la versión de Marcos, y hace pocas semanas en la de Mateo. Por eso comentamos el que tocaría el miércoles de la semana VII del tiempo ordinario, si no fuese esta festividad. La reacción de los apóstoles, es, a lo largo de la historia la nuestra. Separamos a las personas entre los "nuestros" y los que no lo son. Jesús nos habló siempre de unidad, de amar a todos, de aceptación, y nosotros dividimos. Y lo más grave, utilizamos la religión como causa de división. Deberíamos tener claro, que a pesar de nuestras divisiones, existe una sola Iglesia, la de Jesús, la de todos los que lo siguen. Todo lo demás son divisiones nuestras. Pero aún hay más. Jesús nos dice, que todo aquél que da de comer al hambriento, viste al desnudo...es su seguidor. ¿Por qué nos empeñamos nosotros en hacer divisiones?
"Cuando se fueron de allí, pasaron por Galilea. Pero Jesús no quiso que nadie lo supiera,
porque estaba enseñando a sus discípulos. Les decía:
– El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; pero tres días después resucitará.
Ellos no entendían estas palabras, pero tenían miedo de hacerle preguntas.
¿Quién es el más importante?
Llegaron a la ciudad de Cafarnaún. Estando ya en casa, Jesús les preguntó:
– ¿Qué veníais discutiendo por el camino?
Pero se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre cuál de ellos era el más importante.
Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo:
– El que quiera ser el primero, deberá ser el último de todos y servir a todos.o
Luego puso un niño en medio de ellos, y tomándolo en brazos les dijo:
– El que recibe en mi nombre a un niño como
este, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, no solo me recibe a mí,
sino también a aquel que me envió."
Queda claro que los discípulos no se habían enterado de nada. Jesús les habla de su futuro de crucifixión y ellos discutin por quién será el más poderoso. Esto hace que Jesús les hable como maestro. Por eso se sienta. Y la enseñanza es clar: el que quiera ser el primero, que se ponga el último. A Dios lo encontramos en los niños, en los sencillos, en los humildes. ¿Seguimos sin entender nada, en nuestros días? Nosotros seguimos buscando influencias, privilegios, poder. Tratamos con deferencia a los poderosos, a la gente "importante", y negamos la entrada a los refugiados, permitimos que haya quien vive en la calle, deshauciamos, cortamos la electricidad... No podemos ser injustos y negar la mucha gente anónima que se dedica a los demás. Pero, como institución, ¿no estamos equivocando el camino? Si queremos acoger a Dios, Jesús nos dice con claridad lo que debemos hacer.
"Cuando
regresaron a donde estaban los discípulos, los encontraron rodeados de
una gran multitud, y algunos maestros de la ley discutían con ellos.
Al ver a Jesús, todos corrieron a saludarle llenos de admiración.
Él les preguntó:
– ¿Qué estáis discutiendo con ellos?
Uno de los presentes contestó:
– Maestro, te he traído aquí a mi hijo, porque tiene un espíritu que le ha dejado mudo.
Dondequiera que se encuentre, el espíritu se
apodera de él y lo arroja al suelo; entonces echa espuma por la boca, le
rechinan los dientes y se queda rígido. He pedido a tus discípulos que expulsen ese espíritu, pero no han podido.
Jesús contestó:
– ¡Oh, gente sin fe!, ¿hasta cuándo habré de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traedme aquí al muchacho!
Entonces llevaron al muchacho ante Jesús. Pero
en cuanto el espíritu vio a Jesús, hizo que le diera un ataque al
muchacho, que cayó al suelo revolcándose y echando espuma por la boca.
Jesús preguntó al padre:
–¿Desde cuándo le pasa esto?
– Desde niño – contestó el padre –.
Y muchas veces ese espíritu lo ha arrojado al
fuego y al agua, para matarlo. Así que, si puedes hacer algo, ten
compasión de nosotros y ayúdanos.
Jesús le dijo:
– ¿Cómo que ‘si puedes’? ¡Para el que cree, todo es posible!
Entonces el padre del muchacho gritó:
– Yo creo. ¡Ayúdame a creer más!
Al ver Jesús que se estaba reuniendo mucha gente, reprendió al espíritu impuro diciéndole:
– Espíritu mudo y sordo, te ordeno que salgas de este muchacho y no vuelvas a entrar en él.
El espíritu gritó e hizo que al muchacho le
diera otro ataque. Luego salió de él dejándolo como muerto, de modo que
muchos decían que, en efecto, estaba muerto.
Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó; y el muchacho se puso en pie.
Luego Jesús entró en una casa, y sus discípulos le preguntaron aparte:
– ¿Por qué nosotros no pudimos expulsar ese espíritu?
Jesús les contestó:
– A esta clase de demonios solamente se la puede expulsar por medio de la oración." Jesús acaba de transfigurarse en el Tabor y sus discípulos son incapaces de liberar a un muchacho del mal. Jesús le pide al padre que tenga Fe. La respuesta del padre es ejemplar. Tiene Fe, pero es consciente que necesita que se la aumenten. Todos necesitamos más Fe. Todos tenemos dudas y sólo Jesús puede hacer que verdaderamente creamos. Jesús deja al muchacho como muerto para los hombres. En realidad ha muerto al mal, a su vida anterior. Pero se levanta de la mano de Jesús. ¿Por qué no lo pudieron curar los discípulos? Se necesita oración. La fuerza de nuestra Fe es la oración. No la repetición de fórmulas, sino la verdadera oración: la unión de nuestros corzones al Padre. La que hacía Jesús cuando se retiraba solo a la montaña a orar.
"Habéis oído que antes se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente.’
Pero yo os digo: No resistáis a quien os haga
algún daño. Al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha,
ofrécele también la otra.
Si alguien te demanda y te quiere quitar la túnica, déjale también la capa.
Y si alguien te obliga a llevar carga una milla, ve con él dos.
Al que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda a quien te pida prestado.
También habéis oído que antes se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.’
Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen.
Así seréis hijos de vuestro Padree que está en el cielo, pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos e injustos.
Porque si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¡Hasta los que cobran impuestos para Roma se portan así!
Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡Hasta los paganos se portan así!
Vosotros, pues, sed perfectos, como vuestro Padre que está en el cielo es perfecto."
Hoy, como en el domingo pasado, Jesús sigue profundizando en nuestras obligaciones. Nosotros dividimos la sociedad entre buenos y malos. Entre amigos y enemigos. Jesús nos dice que esta división se arregla con el amor y el perdón; devolviendo bien por mal.
A nosotros, esto nos cuesta mucho. Nuestro sentido de la justicia nos dice, que el que la hace la paga. Después buscamos toda clase de subterfugios, para que algunos la paguen menos que otros. Los poderosos y nosotros. Sin mbargo, la justicia de Jesús se basa en el perdón y en el amor. Si amamos, nadie es nuestro enemigo.
Nuestro razonamiento nos dice al instante, que esto es muy fácil de decir, pero que en la práctica esto lleva a que unos pisoteen a los otros. Pero quien nos hable lo cumplió hasta el fin. Él, desde la cruz exclamó: perdónales, porque no saben lo que hacen.
Perdonar, devolver bien por mal, deja sin armas al que nos persigue. A nosotros nos es más fácil el fanatismo, disfrazándolo de amor a Dios. Condenamos, perseguimos, en nombre de Dios. ¿De que Dios? No del de Jesús, que nos pide amar al enemigo y devolver bien por mal. Si Jesús condena a alguien en el evangelio, es precisamente a los que se creen perfectos, a los fariseos. Nuestra Iglesia ha de ser una Iglesia de puertas abiertas, que acoja a todo el mundo. Sobre todo a aquellos que consideramos pecadores, sin mirarnos a nosotros mismos, que quizá lo somos más.
Seguir estas palabras de Jesús no es fácil. Pero sólo así podemos considerarnos sus discípulos.
"Seis días después, Jesús se fue a un monte alto, llevando
con él solamente a Pedro, Santiago y Juan. Allí, en presencia de ellos,
cambió la apariencia de Jesús.
Sus ropas se volvieron brillantes y blancas, como nadie podría dejarlas por mucho que las lavara.
Y vieron a Elías y Moisés, que conversaban con Jesús.
Pedro le dijo a Jesús:
– Maestro, ¡qué bien que estemos aquí! Vamos a hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Es que los discípulos estaban asustados y Pedro no sabía qué decir.
En esto vino una nube que los envolvió en su sombra. Y de la nube salió una voz:
– Este es mi Hijo amado. Escuchadle.
Al momento, al mirar a su alrededor, ya no vieron a nadie con ellos, sino sólo a Jesús.
Mientras bajaban del monte les encargó Jesús que no contaran a nadieg lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado.
Así que guardaron el secreto entre ellos, aunque se preguntaban qué sería eso de resucitar.
Preguntaron a Jesús:
– ¿Por qué dicen los maestros de la ley que Elías tiene que venir primero?
Él les contestó:
– Es cierto que Elías ha de venir primero y ha de
poner todas las cosas en orden. Pero ¿por qué dicen las Escrituras que
el Hijo del hombre ha de sufrir y ser despreciado?
En cuanto a Elías, yo os digo que ya vino, y
que le hicieron todo lo que quisieron, como dicen las Escrituras que le
había de suceder." Jesús sube al monte Tabor con tres discípulos y se "transfigura" ante ellos. Se muestra como Hijo de Dios. Ellos querrían quedarse allí para siempre. Nosotros, si de verdad queremos ser sus discípulos, debemos vivir la vida como una "transfiguración". Deberíamos transformarnos poco a poco en Hijos de Dios. Pero nosotros nos "figuramos". Creemos que somos buenos porque rezamos unes oraciones, practicamos unes ceremonias, creemos unos dogmas. Pero, ¿nos parecemos cada día más a Jesús, que dió su vida por todos? O lo que es peor, nos "desfiguramos" en aquello que quiere el mundo que seamos. Seguimos la moda, aparentamos ser persones de éxito, buscamos la notoriedad. Actuamos de cara a la galeria para que los demás nos aplaudan. No hacemos lo que nos dicta nuestra conciencia, sino lo que la sociedad quiere que hagamos. Transfigurarse en Hijos de Dios es convertirnos en don de amor. Es dar nuestra vida por los demás como hizo Jesús. Entonces, los que nos rodean, querrán quedarse con nosotros, para ser ellos también Hijos de Dios.
"Luego llamó Jesús a sus discípulos y a la gente, y dijo:
– El que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame.Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía y del evangelio, la salvará. De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? O también, ¿cuánto podrá pagar el hombre por su vida?Pues si alguno se avergüenza de mí y de mi mensaje delante de esta gente infiel y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre y con sus santos ángeles.
También les decía Jesús:
– Os aseguro que algunos de los que están aquí no morirán sin haber visto el reino de Dios llegar con poder." Seguir a Jesús exige cargar con su cruz y negarse a uno mismo. No se trata de sufrir por sufrir, ni de transformarse en borregos. Seguir a Jesús pide que entreguemos nuestra vida, que le sigamos con todas las consecuencias. Este texto es continuación del de ayer. Jesús explicaba lo que le iba a ocurrir. El discípulo ha de seguir el mismo camino. En la vida encontraremos dificultades (la cruz). Se trata de ser fieles.
"Después de esto, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de la región de Cesarea de Filipo. En el camino preguntó a sus discípulos:
– ¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos contestaron:
– Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que eres Elías, y otros, que eres uno de los profetas.
–Y vosotros, ¿quién decís que soy? – les preguntó.
Pedro le respondió:
– Tú eres el Mesías.
Pero Jesús les ordenó que no hablaran de él a nadie.
Comenzó Jesús a enseñarles que el Hijo del
hombre tenía que sufrir mucho, y que sería rechazado por los ancianos,
por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Les dijo
que lo iban a matar, pero que resucitaría a los tres días.Esto se lo advirtió claramente. Entonces Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderle.Pero Jesús se volvió, miró a los discípulos y reprendió a Pedro diciéndole:
– ¡Apártate de mí, Satanás! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres." Esta pregunta debemos hacérnosla seriamente, porque Jesús también nos la hace a nosotros. Podemos responder como les discípulos, diciendo lo que los otros piensan de Jesús. También podemos responder como Pedro, lo que dicen los libros, la teología, pero que no es lo que Jesús espera de nosotros. Jesús quiere que le respondamos desde la vida, desde nuestra experiencia. Que sepamos encontrarlo en la realidad de nuestra existencia. En la lucha de cada día. En los pobres, en los enfermos, en los perseguidos. Sí, Jesús es el Mesías, pero no un Mesías triunfante, poderoso, sino un Mesías crucificado.
"Llegaron a Betsaida, y llevaron un ciego a Jesús y le rogaron que lo tocara.Jesús tomó de la mano al ciego y lo sacó fuera del pueblo. Le mojó los ojos con saliva,n puso las manos sobre él y le preguntó si veía algo.El ciego comenzó a ver y dijo:
– Veo gente. Me parecen árboles que andan.
Jesús le puso otra vez las manos sobre los ojos, y el hombre miró con atención y quedó sanado: ya todo lo veía claramente.Entonces lo mandó a su casa y le dijo:
– No vuelvas al pueblo." Tenemos ojos, pero no vemos. O quizá no vemos lo que hay que ver. Jesús nos devuelve la vista. En este evangelio de hoy, Jesús saca al ciego del pueblo y, una vez recobrada la vista, le dice que no vuelva a él. Si queremos recobrar la vista debemos alejarnos de todo aquello que nos impide ver, o nos hace ver lo que no existe. Debemos salir de ese mundo que nos deslumbra con mil y una cosa y no nos deja ver lo esencial.
"Después de esto escogió también el Señor a otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde tenía que ir.
Les dijo:
- Ciertamente la mies es mucha, pero los obreros son pocos. Por eso, pedidle al Dueño de la mies que mande obreros a recogerla.Andad y ved que os envío como a corderos en medio de lobos.No llevéis bolsa ni monedero ni sandalias, y no os detengáis a saludar a nadie en el camino.Cuando entréis en una casa, saludad primero diciendo:
- Paz a esta casa.Si en ella hay gente de paz, vuestro deseo de paz se cumplirá; si no, no se cumplirá.Y quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, pues el obrero tiene derecho a su salario. No andéis de casa en casa.Al llegar a un pueblo donde os reciban bien, comed lo que os ofrezcan; y sanad a los enfermos del lugar y decidles:
- El reino de Dios ya está cerca de vosotros." Hoy, festividad de san Cirilo y san Metodio, dejamos el evangelio de Marcos que seguíamos estos días y meditamos este texto de Lucas. Jesús nos manda a nosotros delante de Él allá donde ha de ir. Y nos quiere con un solo equipaje: el amor. Lo que debemos desear a todos es la paz. Esto no es precisamente lo que valora el mundo. La guerra sigue instalada en nuestro planeta. El espíritu de competición y de lucha es el que prima. Nosotros debemos anunciar que el Reino está cerca. El Reino del amor, de los pobres, de los Hijos de Dios. Si queremos que Jesús llegue a todos los corazones, no es con poder, con grandes medios, que lo conseguiremos, sino sin alforja, con nuestro corazón en la mano. Es el amor el que puede convertir a nuestra sociedad.
"Llegaron los fariseos y comenzaron a discutir con Jesús. Para tenderle una trampa, le pidieron alguna señal milagrosa que probara que él venía de parte de Dios.Jesús suspiró profundamente y dijo:
– ¿Por qué pide esta gente una señal milagrosa? Os aseguro que no se les dará ninguna señal.
Entonces los dejó, y volviendo a entrar en la barca se fue a la otra orilla del lago." Los fariseos le pedían a Jesús un prodigio para creer en Él. Nosotros también pedimos a Dios que intervenga directamente en este mundo para tener Fe. No acabamos de entender que la Fe no se basa en prodigios, no es cuestión de certezas, sino de confianza. Nos quejamos ante el dolor y la adversidad de que Dios no actúa. Y no sabemos ver las señales que deja a nuestro alrededor. Esas señales existen, pero no son prodigiosas. Están junto a nosotros, pero debemos saber mirar más allá para verlas e interpretarlas. Jesús abandona a los fariseos y se va a la otra orilla. Para encontrar a Jesús, siempre debemos ir a la otra orilla, más allá, salir de nosotros mismos. Entonces veremos que los refugiados, los hambrientos, los desnudos, los perseguidos...son las señales para encontrarlo y creer en Él. Que las personas que nos rodean son el Jesús encarnado al que debemos amar.
"No penséis que yo he venido a poner fin a la ley de Moisés y a las enseñanzas de los profetas. No he venido a ponerles fin, sino a darles su verdadero sentido.Porque os aseguro que mientras existan el cielo y la tierra no se le quitará a la ley ni un punto ni una coma, hasta que suceda lo que tenga que suceder. Por eso, el que quebrante uno de los mandamientos de la ley, aunque sea el más pequeño, y no enseñe a la gente a obedecerlos, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero el que los obedezca y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado grande en el reino de los cielos.
Porque os digo que si no superáis a los maestros de la ley y a los fariseos en hacer lo que es justo delante de Dios, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que a vuestros antepasados se les dijo: ‘No mates, pues el que mata será condenado.’Pero yo os digo que todo el que se enoje con su hermanoserá condenado; el que insultea su hermano será juzgado por la Junta Suprema,y el que injurie gravementea su hermano se hará merecedor del fuego del infierno.
Así que, si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a ponerte en paz con tu hermano. Entonces podrás volver al altar y presentar tu ofrenda.
Si alguien quiere llevarte a juicio, procura ponerte de acuerdo con él mientras aún estés a tiempo, para que no te entregue al juez; porque si no, el juez te entregará a los guardias y te meterán en la cárcel.Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo.
Habéis oído que antes se dijo: ‘No cometas adulterio.’Pero yo os digo que cualquiera que mira con codicia a una mujer ya cometió adulterio con ella en su corazón.
Por tanto, si tu ojo derecho te hace caer en pecado, sácalo y échalo lejos de ti; mejor es que pierdas una sola parte del cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.Y si tu mano derecha te hace caer en pecado, córtala y échala lejos de ti; mejor es que pierdas una sola parte del cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
También se dijo: ‘Cualquiera que se separe de su esposa deberá darle un certificado de separación.’Pero yo os digo que todo aquel que se separa de su esposa, a no ser en caso de inmoralidad sexual, la pone en peligro de cometer adulterio. Y el que se casa con una mujer separada también comete adulterio.
También habéis oído que se dijo a los antepasados: ‘No dejes de cumplir lo que hayas ofrecido bajo juramento al Señor.’Pero yo os digo que no juréis por nada ni por nadie. No juréis por el cielo, porque es el trono de Dios;ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.Ni siquiera juréis por vuestra propia cabeza, porque no podéis hacer que os salga blanco o negro ni un solo cabello.Si decís ‘Sí’, que sea sí; y si decís ‘No’, que sea no. Lo que se aparta de esto, es malo." Jesús no elimina la ley, pero quiere que no se reduzca a letra, a meras obligaciones. Jesús quiere que la ley sea vida. Aquí habla a sus discípulos de algunos mandamientos y la forma como la cumplían los maestros de la ley y los fariseos. Él les pide que lo hagan con más sinceridad. No se trata de no matar, sino de respetar al otro hasta en los más mínimos detalles. Hasta el punto que nuestras oraciones y ofrendas no tienen ningún valor si no estamos en paz con los demás. Con el adulterio nos muestra que no se trata de los actos, sino de las intenciones, lo que enturbia nuestro comportamiento. La ley del divorcio judía era totalmente machista y era el marido el que enviaba fuera de casa a la mujer por cualquier motivo. Por eso Jesús se muestra tan severo con el hombre que se divorcia. Para Jesús no hace falta el juramento para asegurar de que no se miente. A la persona honesta le basta con decir sí, cuando es sí y no, cuando es no. En otros textos veremos cómo Jesús afina la ley, reduciéndola al amor: amor a Dios y amor al prójimo.
"Un día en que de nuevo se había juntado mucha gente y no tenían nada que comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
– Siento compasión de esta gente, porque ya hace tres días que están aquí conmigo y no tienen nada que comer.Y si los envío en ayunas a sus casas pueden desfallecer por el camino, porque algunos han venido de lejos.
Sus discípulos le contestaron:
– ¿Pero cómo se les puede dar de comer en un lugar como este, donde no vive nadie?
Jesús les preguntó:
– ¿Cuántos panes tenéis?
– Siete – dijeron ellos.
Mandó entonces que la gente se sentara en el suelo, tomó en sus manos los siete panes y, habiendo dado gracias a Dios, los partió, los dio a sus discípulos y ellos los repartieron entre la gente.Tenían también unos cuantos peces; Jesús dio gracias a Dios por ellos, y también mandó repartirlos.Todos comieron hasta quedar satisfechos, y llenaron todavía siete canastas con los trozos sobrantes.Los que comieron eran cerca de cuatro mil. Después de esto, Jesús los despidió,subió a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta." Jesús siente compasión ante la gente que no tienen que comer. Y les pide a los discípulos cuantos panes tienen. Hace sentar a la gente y "comparte" los siete panes. Esa es la clave contra el hambre: compartir. Nosotros, como los discípulos, nos vemos impotentes ante la miseria en el mundo. Pensamos que con nuestros siete panes no podemos solucionar nada. Jesús nos enseña que compartiendo se soluciona todo. La multiplicación de los panes la asocia la Iglesia a la Eucaristía. Ciertamente, porque Jesús, en la Última Cena, repartió el pan diciendo que era su cuerpo y nos mandó que repitiéramos ese gesto. La Eucaristía, además de presencia de Jesús, es un momento para sentirnos hermanos, solidarios, para repartir. Jesús la instituyó en una cena fraterna. Que la ceremonia no nos haga olvidar la esencia: Jesús que se reparte entre nosotros, para que nosotros hagamos lo mismo.