Aquí estoy, otra vez, Señor,
en este lugar de encuentro
tan tuyo, tan mío,
tan nuestro.
Abre tus brazos, y acógeme.
Tómame y toma este rato;
y que el olvido se lleve
los días locos, huérfanos y tristes
que pasé sin Ti
vagando,
persiguiendo,
probando...
y que no me llevaron a ninguna parte.
Déjame estar Contigo,
sin etiquetas,
sin normas,
tranquilo;
escuchando tus palabras
en silencio,
gustando tu presencia en mis vacíos.
Y mientras tanto...
¡acoge todos mis oscuros secretos
en tu regazo,
y enciéndelos,
hasta acrisolarlos
o consumírmelos en tu fuego!
(Florentino Ulibarri, "Al calor de tu Evangelio", Colección feadulta.com)
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