En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos." Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
El Evangelio de hoy nos muestra la despedida de Jesús de sus apóstoles. Y lo hace "enviándolos". Les da la misión de anunciar el Evangelio, la Buena Nueva a todo el mundo. Él seguirá apoyándoles, pero ya no lo verán más. La Ascensión es el retorno de Jesús al Padre. Es inútil perder el tiempo en discusiones de si Jesús subió o simplemente es un símbolo. Lo que nos ha de quedar claro es, que si queremos seguirle, debemos cumplir su mandato, la misión que nos ha encomendado. Y que ya no lo veremos físicamente hasta el final de los tiempos. Pero Él sigue en nuestro corazón. El Cielo no es un lugar, sino un estado. Si nuestro corazón está lleno de Amor, Jesús está allí.
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