Pasó una caravana y se detuvieron a beber agua de la fuente. Cuando continuaron su viaje, el Anacoreta dijo a su joven discípulo:
- ¿Te has fijado la cantidad de cosas que llevaban? Los hombres, a medida que hemos ido evolucionando, nos hemos rodeado de muchas cosas que creemos imprescindibles.
Se detuvo un instante y luego prosiguió:
- Los hombres, como más primitivos son, menos cosas necesitan. Nuestra sociedad de consumo necesita cada vez más cosas. Cosas que, por culpa de la moda, las usamos solamente un año.
Miró a los ojos del discípulo y añadió:
- Lo peor es, que nos ocurre lo mismo en el apostolado, en la vida espiritual. Para anunciar el Evangelio necesitamos mil y una cosa. Y olvidamos que Jesús mandó a sus discípulos sin nada.
Suspiró y concluyó:
- El desprendimiento ya no es una virtud para nosotros. Nos agarramos a las cosas. Las creemos indispensables. Y esas cosas nos apartan de Jesús. El joven rico no pudo seguirlo, porque tenía muchas cosas. Para seguirlo, sólo hace falta nuestro corazón...Hay que desprenderse de todo.
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