Después de Laudes estaban desayunando. Y el Anacoreta dijo:
- Nuestra fuerza interior crece con la oración. Si repetimos en nuestro interior el nombre de Dios, superamos nuestras limitaciones. Sentimos que Él está con nosotros y nos da fuerzas.
Miró a su joven seguidor y añadió:
- No podemos odiar, no podemos hacer el mal si nuestro pensamiento está constantemente en Dios. Es vivir constantemente en su presencia...
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