El Anacoreta dijo un día a su joven discípulo:
- Por desgracia, nuestra entrega busca siempre una recompensa. Ni San Pedro se libró de ello. Por eso le preguntó a Jesús qué premio tendrían por haberlo dejado todo.
Guardó silencio y luego prosiguió:
- Esto es muy humano y lo hacemos consciente o inconscientemente. Aunque sólo sea el reconocimiento de la gente, esperamos algo. Pero debemos esforzarnos en dar sin esperar recibir nada a cambio.
El joven discípulo objetó:
- Sí, pero esto es muy difícil.
Sonrió el Anacoreta y concluyó:
- No digo que sea fácil; ni siquiera que lleguemos a conseguirlo. Pero hemos de luchar por purificar nuestras intenciones...Eso le basta a Dios. Y sin buscarlo, por el hecho de dar...recibiremos.
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