El Anacoreta y su joven seguidor comentaban el evangelio del día. El anciano dijo.
- Las Bienaventuranzas es uno de los puntos centrales de las enseñanzas de Jesús. ¿Lo creemos de verdad?
¿Consideramos felices a los pobres si todo el día estamos buscando ser ricos y tener más?¿Los que sufren son bienaventurados?¿Los que luchan, no por pasarlo bien sino por que el mundo sea más justo son más felices?
El joven seguidor quedó un tanto perplejo por lo que decía el Anacoreta, pero no se atrevió a decir nada. Sonrió el anciano y añadió:
- Ser pobre, tener hambre y sed, necesitar consuelo...no son, evidentemente, cosas buenas. El ser bienaventurados o no radica en nuestra actitud. Si realmente confiamos en Dios, nos abandonamos a su voluntad, el dinero, los alimentos, las diversiones...no tienen ninguna importancia. Si nos dejamos caer en sus brazos, todo se llena de Amor. Y sólo el Amor nos hace felices. Esta es la clave de las bienaventuranzas...
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