Después de cenar, antes de rezar Completas, les gustaba pasear contemplando la puesta de sol. El Anacoreta dijo:
- Todos buscamos algo en la vida. Algo así como nuestro tesoro personal. Muchos buscan un tesoro real, acumular dinero, riquezas, posesiones...Es un tesoro inútil. Cuando muramos se quedará aquí.
Anduvieron unos metros en silencio y luego prosiguió:
- Lo decía claramente el evangelio de hoy. Debemos reunir tesoros eternos. Hay una clave para saber cuál es nuestro tesoro: ver dónde ponemos nuestro corazón. Si lo ponemos en Dios, si lo ponemos en los demás, en los más débiles, en los que necesitan ayuda...vamos bien encaminados. Si lo ponemos en cosas materiales...todo lo perderemos.
Miró a los ojos de su discípulo y concluyó:
- Pongamos nuestro corazón en el amor a Dios y el amor al prójimo...Eso son tesoros eternos...
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