El Anacoreta miró a los ojos al joven discípulo y le dijo:
- Tenemos que mirarnos más al espejo.
El joven, sorprendido, respondió:
- Pero, si no tenemos espejos en las cuevas...
Rio el anciano y prosiguió:
- Lo decía metafóricamente. Quiero decir que debemos mirarnos más a nosotros mismos y, quizá, entonces criticaríamos menos. Normalmente, los defectos que vemos en los demás, son nuestros propios defectos. Por eso Jesús, en el evangelio de hoy, nos pide que no juzguemos. Que no veamos la paja en el ojo ajeno e ignoremos la viga del nuestro.
Pasó la mano por el hombro del joven discípulo y concluyó:
- Somos muy benévolos con nosotros mismos y muy exigentes con los demás. Suerte que Dios nos ama y nos juzgará con benignidad...
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