En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: "¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?" Contestaron: "El primero."
Jesús les dijo: "Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis."
Por desgracia, seguimos a Jesús de palabra, pero a la hora de actuar, hacemos lo contrario de lo que hemos prometido. Quienes teóricamente somos aquellos que seguimos a Jesús más de cerca, suele ser solamente de palabra. Y personas que, observando su fama, parecen estar más lejos de Jesús, son en realidad los que lo siguen, aunque sea sin ser conscientes de ello.
Otra vez el evangelio nos invita a reflexionar sobre la importancia de nuestros actos. En que la respuesta a Jesús ha de ser con el corazón, no con las palabras.
"Jesús es fuerte y claro en su predicación. Su radicalidad a muchas personas, no solo del pasado sino al interior del cristianismo, hoy en día, no les gusta. Más aún, en el ámbito religioso, muchas veces se ha suavizado su mensaje y en algunos casos se han silenciado las grandes propuestas que convulsionan las lógicas tradicionales que propone a los que quieren ser discípulo suyo. Hoy, en el relato evangélico, nos encontramos con una de esas "locuras" de Jesús de Nazaret, cuando dice: «los recaudadores de impuestos y las prostitutas entrarán antes que vosotros en el reino de Dios». Lo que Jesús dice, es muy claro: tantas veces las prácticas de religión hacen que el creyente se cierre a la novedad, al amor de Dios que salva sin mérito alguno. Mientras que hombres y mujeres que no son adeptos a la religión terminan siendo más humanos, más solidarios, más justos, amables y bondadosos. Hay que estar atentos. Hay que abandonar la seguridad que da la religión, que en definitiva mata la novedad del amor." (Koinonía)
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