En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: "Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado." Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Tiene un demonio." Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores." Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios."
La cuestión es buscar excusas para no ser verdaderos discípulos. Si lo que se nos pide son sacrificios y entrega, diremos que es fundamentalismo. Si se nos pide ir a las fronteras, ensuciarnos con el barro de la vida, diremos que es relajación y falta de espiritualidad. Sin embargo, ahí tenemos el evangelio, el claro ejemplo de la vida de Jesús, que nos indica el camino.
"Jesús de Nazaret, que ha valorado a Juan el Bautista y a quien siguió, ahora se distancia de él, por su forma dura y rígida que caracteriza al predicador del desierto. Siente que la predicación del Bautista está marcada por lo lúgubre y lo triste, haciendo de su predicación una realidad caracterizada por la angustia y la carencia de alegría y felicidad. Mientras que el estilo de Jesús es el anuncio de una Buena Noticia portadora de armonía, gozo, alegría y entusiasmo por la vida. La comparación que sale de la boca de Jesús deja ver los dos estilos abiertamente distintos entre ambos.
La Buena Noticia de Jesús estará marcada por una propuesta de inclusión de todas aquellas personas excluidas por la sociedad y la religión. El gozo de la Buena Noticia genera alegría sin igual. La Iglesia está llamada a parecerse más al que es llamado “comilón y borracho”, porque el Reino es una experiencia de tal novedad, que escandaliza a los que viven en la rigidez de la religión." (Koinonía)
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