miércoles, 22 de diciembre de 2021

EL DIOS DE LOS HUMILDES Y SENCILLOS

 


En aquel tiempo, María dijo: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre." María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

"Lucas coloca en el canto de María, conocido como el Magníficat, el lamento y la queja de los pobres, excluidos y descartados de la sociedad del tiempo pasado, y también los de hoy. María representa a toda la gente que ha sufrido la violencia producida por los sistemas políticos, económicos, sociales y religiosos. Al mismo tiempo se hace vocera de la liberación que está llegando y se ha inaugurado de manera definitiva, por medio de su Hijo, a punto de nacer. María es una cómplice de Dios, cómplice de la liberación; cómplice de los pobres, de las víctimas y de todos aquellos que han padecido la injusticia en carne propia. Ella es la vocera de los hombres y mujeres que en todos los pueblos, culturas y religiones han sido fieles a Dios y a los procesos de humanización que están en el designio salvífico desde siempre. El cristiano está llamado a colocarse de parte de Dios y al hacerlo se coloca de parte de las víctimas y de los desheredados de la historia." (Koinonía) 

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