En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo de un celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo".
"El evangelio de hoy está situado inmediatamente después de las Bienaventuranzas. Jesús utiliza dos imágenes –la sal y la luz– centradas en la identidad de los discípulos, introducida por la fórmula (vosotros sois...) (5,13.14), que resalta el aquí y ahora. No se trata de “tener que ser” en el futuro sino de redescubrir quiénes en realidad somos y cuál es nuestra misión en el mundo. Somos nosotros, esa sal y esa luz, quienes podemos dar sabor e iluminar tanta realidad insípida y en tinieblas. Cuando somos signos visibles, generando cambios concretos, inauguramos ese mundo alternativo basado en los valores del Evangelio. Cuando el servicio desinteresado es parte de nuestra vida y nos esforzamos en defender toda causa justa, hacemos que crezca la esperanza y que venga el Reino de Dios. Somos sal y luz cuando, en complicidad con el Espíritu, denunciamos todo proyecto de muerte y no tenemos miedo a perder poder y privilegios. (¿Qué cambios concretos te hacen ser sal y luz para ti, tu familia y tu comunidad? ¡Comprométete!" (Koinonía)
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