En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Sabéis que está mandado: "Ojo por ojo, diente por diente". Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñalo dos; a quien te pide, dale; y al que te pide prestado, no lo rehúyas".
Jesús no nos está pidiendo que nos dejemos hacer, dominar, humillar. Nos dice que la respuesta al odio, al ataque, es el amor. Muchas veces escondemos tras la justicia, la venganza pura y dura. Lo que logrará eliminar la violencia de este mundo es el amor. Responder violencia con violencia, aunque sea justa, es aumentar la violencia. El problema sigue ahí y volverá a surgir en cualquier momento. ¿Cuando entenderemos que lo único que nos hace crecer a la humanidad es el Amor?
"Una vida sin valores morales y sin experiencia de Dios no está capacitada para administrar justicia. La ambición, la mentira, los sobornos tienen su raíz en la codicia: desear caprichosamente tenerlo todo, incluso lo que no necesito o no me corresponde. Cuando no estamos atentos, también las personas religiosas podemos convertirnos en cómplices de sistemas corruptos, como le sucedió a la gente respetable que se dejó sobornar por Jezabel para acusar al inocente Nabot. Ya sabemos que Dios se pone del lado de los inocentes, esperando la restitución de lo robado. El evangelio, apelando a la paz, pide que no se busque la violencia como camino de solución. Pero nunca aprueba la modorra-adormecimiento de quienes no quieren denunciar las injusticias. Una cosa es poner la otra mejilla para salvar la vida (la propia y la de otros), y otra, es decirle al opresor que haga contigo lo que quiera porque te pones a merced de lo que él quiera hacerte. ¿Qué personas o qué causas continúan esperando que se haga justicia?" (Koinonía)
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