En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en le cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman, ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque dónde está tu tesoro, allí está tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!"
"El evangelio de hoy y de mañana nos invita a fijar nuestra mirada en cuatro advertencias sobre los bienes materiales: no acumular, usar correctamente los bienes materiales, no servir a dos señores y fiarse de la Providencia Divina. No acumular nos alerta de la tendencia a comprar y acumular sin medida, volviéndonos esclavos del consumismo y personas instatisfechas. Admitamos que poseer bienes materiales no es malo, sobre todo si son fruto del trabajo, ya que nos permiten un sano intercambio para salir adelante y construir futuro individual y comunitario. El problema surge cuando los bienes que poseo se convierten en el absoluto, en un “dios” al que idolatramos. Cuando Jesús nos exhorta a acumular «tesoros en el cielo», se refiere a poner el corazón en lo verdaderamente importante. Nos remite a todas aquellas cosas que contribuyen a nuestro bienestar, al de las personas y del planeta. ¿Son acaso los bienes que posees fuente de felicidad? ¿Qué puedo hacer para convertirme en un consumidor responsable y solidario? ¡Simplifiquemos nuestra vida! " (Koinonía)
No hay comentarios:
Publicar un comentario