sábado, 4 de junio de 2022

SIGÁMOSLE

 


En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús tanto amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: "Señor, ¿quién es el que te va a entregar?" Al verlo, Pedro dice a Jesús: "Señor, y éste ¿qué?" Jesús le contesta: "Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme." Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: "Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?"
Éste es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que los libros no cabrían ni en todo el mundo.

"Pedro, después de recibir de Jesús resucitado el importante encargo de pastorear a sus ovejas, ve venir al discípulo amado y dice a Jesús: ¿y qué hay de éste? Nosotros nos podemos plantear: ¿qué hay detrás de esta inquietante pregunta de Pedro? Algunos exégetas afirman que quizá, como Jesús había predicho a Pedro el tipo de muerte que tendría, ahora a éste le interesaba saber sobre el futuro del discípulo amado. En realidad no podemos saber con precisión lo que había en el corazón de Pedro. ¿Sería una curiosidad motivada por el excesivo afán de control, los celos, la envidia, etc.? No los sabemos, pero esto me da pie a constatar que en nuestro seguimiento de Jesús hoy, tanto en la vida familiar como en nuestro ambiente laboral, muchas veces, estamos contagiados de una cultura mediática que dedica muchas horas de televisión a indagar sobre la vida, el futuro, los éxitos, los fracasos, las fortunas y las desgracias de los demás. El chisme, el cotilleo, el raje, como se le quiera llamar, es una realidad cada vez más se generaliza y hasta es bien vista en los medios de comunicación. Con intención o sin ella, nosotros, también, muchas veces, vamos convirtiendo nuestra vida familiar, social y eclesial en auténticos “reality shows” en que nos acosamos con curiosidad y nos atacamos unos a otros para sentirnos mejor que los demás.
Jesús se da cuenta que Pedro se ha distraído de lo fundamental y se ha ido por las ramas, por eso su respuesta es inmediata: “¿a ti qué te importa?” No se trata de un reproche, sino de una llamada de atención que lo devuelve al seguimiento y a la misión, por eso le dice: “Tú sígueme”. Necesitamos escuchar al Señor, que nos remueve y nos devuelve al centro de nuestra vida cristiana. Jesús sabe que en nuestras vidas nos distraemos con mucha facilidad y que en lugar de seguirle, de apacentar sus ovejas y de anunciar su evangelio, gastamos nuestras energías en rumores, chimes, envidias, celos y juegos de poder y de dominio de unos sobre otros.
Al final del tiempo pascual, el Señor nos vuelve a decir, como a Pedro: “¿A ti qué te importa?... Tú sígueme”. Si en algo nos debe interesar la vida de nuestros hermanos es para apacentarlos y no para competir con ellos o para saciar nuestra sed de curiosidad. Que la alegría pascual que hemos experimentado en estos cincuenta días no se desgaste en luchas fraticidas, sino que sea la fuerza que nos motiva, como al discípulo amado, a dar testimonio del evangelio." (Ciudad Redonda)

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