martes, 10 de octubre de 2023

ACCIÓN Y ORACIÓN

  

Seguían ellos su camino. Jesús entró en una aldea, donde una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Marta tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies de Jesús, escuchaba sus palabras. Pero Marta, atareada con sus muchos quehaceres, se acercó a Jesús y le dijo:
– Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude.
 Jesús le contestó:
– Marta, Marta, estás preocupada e inquieta por muchas cosas; sin embargo, solo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará.

"Marta y María son hermanas. No pueden separarse. Ambas representan la acción y la contemplación; el trabajo y la oración, actitudes complementarias no opuestas; actitudes que mutuamente se enriquecen y alimentan. Las dos hermanas eran amigas de Jesús, y a las dos Jesús amaba. Igual a Jesús se le ama con la acción y la contemplación; son dos formas distintas de expresar el amor, pero ambas se necesitan. La oración verdadera lleva necesariamente a la acción, y la acción necesita de la contemplación para que sea verdaderamente caridad cristiana.
“Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”: son felices y dichosos los que escuchan –oración-  y los que cumplen –hacen-  lo escuchado. No son dos polos opuestos sino complementarios. El gran principio de los monjes antiguos “ora et labora” (ora y trabaja). Lo importante es no romper esta hermandad y no detenerse solo en la oración o solo en la acción. Como se dice ahora “contemplativos en la acción”: orar para vivir y trabajar; trabajar y vivir desde la oración y la contemplación tranquila y reposada.
A los que afirman que lo importante es ayudar (pasaje del samaritano), Lucas les presenta a Marta y a María, donde se afirma la prioridad de la escucha de la Palabra: “María ha escogido la mejor parte”, porque la caridad debe nacer de la oración a los pies de Jesús.  El trabajo y el servicio pueden convertirse en afán, pueden engendrar estrés, pueden incluso desviar del camino del Señor, si no son fruto de un encuentro tranquilo y profundo con el Señor: “Marta, Marta, andas inquieta y preocupada por muchas cosas…”
“El discípulo es el que se comporta con el prójimo como un buen samaritano porque participa en la compasión misma de Dios, fruto de la escucha de la Palabra que viene de Dios”. Todo es don y los dones hay que pedirlos. El mismo Apóstol Pablo dice: “nuestra capacidad viene de Dios y Él nos capacita para toda obra buena”. Tiene que darse una simbiosis entre oración y acción para que ambas produzcan los frutos de Dios, no los nuestros.
Vivir descentrados, alejados de nuestro núcleo interior y divino; dispersos y distraídos en medio de un activismo constante es un peligro hoy. Hoy se habla mucho: tengo que hacer, mi agenda está llena, me faltan horas para hacer las cosas, estoy saturado de… ¡Cuidado con las preocupaciones excesivas! El solo hacer no llena a la persona (Marta, Marta…), es preciso cuidar el ser (la  interioridad, la espiritualidad, el contacto con Dios).
Marta quería agradar al Señor teniendo todo a punto para que Él se encontrara a gusto y bien –excelente-,  pero ese mismo afán de agradar y ser reconocida por el Señor le llevó a quejarse de lo que hacía su hermana y no comprender que lo primero era estar con el Maestro y escucharle, es decir, descubrir que la amistad con Jesús era un don gratuito y no  fruto de sus méritos y sus desvelos."
(José Luis Latorre cmf, Ciudad Redonda)ACC

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