Cuando Jesús dejó de hablar, un fariseo le invitó a comer en su casa. Jesús entró y se sentó a la mesa. Y como el fariseo se extrañase al ver que no había cumplido con el rito de lavarse las manos antes de comer, el Señor le dijo:
– Vosotros los fariseos limpiáis por fuera el vaso y el plato, pero por dentro estáis llenos de lo que habéis obtenido mediante el robo y la maldad. ¡Necios!, ¿no sabéis que el que hizo lo de fuera hizo también lo de dentro? Dad vuestras limosnas de lo que está dentro y así todo quedará limpio.
Jesús nos dice hoy, que lo importante está en nuestro interior. Los fariseos ponían toda la importancia en lo exterior. Cumplir al detalle los preceptos, dar la imagen de una persona perfecta...Nosotros, nuestra sociedad, también se mueve en estos parámetros. Basamos el éxito en lo que aparentamos, en buscar que los demás vean en nosotros algo perfecto. Olvidamos que lo importante no es hacer cosas para que nos vean, sino hacerlas con amor, aunque no nos vean. Nuestra realidad es lo que llevamos dentro; no lo que intentamos aparentar por fuera. La verdadera purificación es la interior. Y eso lo hace nuestra entrega total a los demás. El amor.
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