lunes, 16 de octubre de 2023

EL SIGNO DE JONÁS



 La multitud seguía juntándose alrededor de Jesús, y él comenzó a decirles:
– La gente de este tiempo es malvada. Pide una señal milagrosa, pero no se le dará otra señal que la de Jonás. Porque así como Jonás fue señal para la gente de Nínive, así también el Hijo del hombre será señal para la gente de este tiempo. En el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, la reina del Sur se levantará y la condenará; porque ella vino de lo más lejano de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y lo que hay aquí es más que Salomón. También los habitantes de Nínive se levantarán en el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, y la condenarán; porque los de Nínive se convirtieron a Dios cuando oyeron el mensaje de Jonás, y lo que hay aquí es más que Jonás.


La señal de Jonás siempre se ha interpretado como la muerte i Resurrección de Jesús. Ante el mal en nuestro mundo, siempre decimos que cómo Dios puede ser bueno si permite estas desgracias y estos males. Olvidamos que Jesús murió para vencer el mal y para hacerse solidarios con nuestras dificultades. Y que resucitó. Nosotros querríamos que Dios solucionara nuestros problemas como por arte de magia y olvidamos que somos libres. Que somos nosotros los que podemos hacer el bien, pero también causar el mal. Como Jesús murió para vencer el mal también nosotros hemos de luchar y dar nuestra vida para venderlo.  La resurrección será conseguir el Reino. Somos nosotros los que hemos de luchar por un mundo mejor. Y la señal que necesitamos, es la Cruz.

"Buscamos señales… Y somos incapaces de verlas. Nos gustaría tener el talismán capaz de producir la solución a cualquier problema: desde lo necesario para llegar a fin de mes sin agobios a conseguir que se detengan todas las guerras. Como a la “generación perversa” no se nos dará más que la señal de Jonás. Jesucristo no lo pone muy comprensible: dice de si que es manso y humilde de corazón, pero también que es más que Jonás y Salomón y aún más: que Él es el camino y que no hay otro. A lo mejor por eso Santa Teresa escribió que la humildad es la verdad.
Pedimos señales, creo, porque no sabemos ver. Seguramente porque no hemos llegado a lo que Chesterton llamó el “Asombro agradecido”. ¿Hay algo más asombroso, más milagroso, más portentoso que la Encarnación del Verbo? Pues no es posible imaginarlo. Y es de ese milagro del que brotan todos los demás milagros cotidianos. Me parece que cuando nos preguntamos el porqué de tantas cosas, en las que no atisbamos ninguna señal de Dios, olvidamos el fundamento de la fe. Olvidamos casi todo lo que repetimos cada semana en la Misa del Domingo: que por nosotros y por nuestra salvación bajó del cielo y por obra del Espíritu Santo, se encarnó en Santa María Virgen… Y que su pasión, muerte y resurrección nos alcanzó la redención. Y, lo más maravilloso, que ese sacrificio se renueva constantemente, desde que sale el sol hasta el ocaso, en la celebración de la Eucaristía.
Un ejercicio sencillo para cuando ni entendemos, ni nos aclaramos y no vemos señal alguna: entrar en la primera iglesia que encuentras a tu paso y reposar un poco el corazón frente al sagrario. Asombrarse y agradecer esa presencia milagrosa, esa señal, podría ser la consecuencia inmediata y tal vez nos lleve a ir acostumbrándonos a la hermosa sensación del asombro y el agradecimiento. Porque todo cuando existe remite al misterio. Los cielos cantan la gloria de Dios, dice el salmista. O también: todo cuanto alienta alabe al Señor. Y San Ireneo concluye: la gloria de Dios es el hombre viviente. Y nosotros, seres humanos perplejos y confusos, estamos en esa gloria, pese a todo. Pudiera ser que comenzáramos a ver señales por todas partes: en el ciclo de las estaciones, en un anochecer, en personas alegres y también en los tristes, en un gesto bondad, en un deseo de perdonar y de ser perdonado. Y siempre en vivir en la esperanza que se nos ha prometido."

(Virginia Fernandez, Ciudad Redonda)

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