viernes, 13 de octubre de 2023

COMBATIR EL MAL


Algunos dijeron:
–Beelzebú, el jefe de los demonios, es quien ha dado a este hombre poder para expulsarlos.
 Otros, para tenderle una trampa, le pidieron una señal milagrosa del cielo. Pero él, que sabía lo que estaban pensando, les dijo:
– Todo país dividido en bandos enemigos se destruye a sí mismo, y sus casas se derrumban una tras otra. Así también, si Satanás se divide contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su poder? Digo esto porque afirmáis que yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú. Pues si yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú, ¿quién da a vuestros seguidores el poder para expulsarlos? Por eso, ellos mismos demuestran que estáis equivocados. Pero si yo expulso a los demonios por el poder de Dios, es que el reino de Dios ya ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado cuida de su casa, lo que guarda en ella está seguro. Pero si otro más fuerte que él llega y le vence, le quita las armas en las que confiaba y reparte sus bienes como botín.
El que no está conmigo está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama.
Cuando un espíritu impuro sale de un hombre, anda por lugares desiertos en busca de descanso; pero, no encontrándolo, piensa: 'Regresaré a mi casa, de donde salí.' Al llegar, encuentra la casa barrida y arreglada. Entonces va y reúne otros siete espíritus peores que él y todos juntos se meten a vivir en aquel hombre, que al final queda peor que al principio.

Debemos combatir el mal junto a Jesús. Muchas veces nos interpretarán equivocadamente como a Él. Dirán que lo combatimos con el mal; cosa que es imposible. Lo que sí debemos tener claro, es que debemos estar junto a Él. Y que nunca debemos creer que ya hemos vencido. El mal siempre vuelve. Siempre hemos de estar en vela para combatirlo.
 
"Este pasaje pone de relieve la existencia del demonio y del mal. Es algo real en la vida. Por eso dice el Papa Francisco: “La convicción de que el poder del maligno está entre nosotros es lo que nos permite entender por qué a  veces el mal tiene tanta fuerza destructible”. Por el dedo de Dios fue escrita la Ley, por el Espíritu Santo (dedo de la diestra del Padre) son expulsados los demonios. Jesús es más fuerte que el demonio. Cristo está por encima del diablo.
Entre Jesús y el diablo se ha entablado un apretado y decisivo combate, que exige al discípulo tomar partido, elegir campo: “el que no está conmigo, está contra mí”. No cabe la neutralidad. La lucha del Maestro es la lucha del discípulo. Y esta lucha tiene que ver con el destino final: “el que no recoge conmigo, desparrama”. La fuerza del demonio está en hacerse olvidar y en aparecer bajo aspectos más seductores y tranquilizadores. Es lo que dice  el Génesis: “seréis como dioses… sabe bien que seréis conocedores del bien y del mal”. El demonio nunca te va a presentar la parte mala de las cosas, sino lo bueno, lo atractivo, lo que te seduzca.
Ceder al demonio una vez significa abrirle un hueco que le hará más fácil el acceso al próximo asalto. Cada derrota es hacer que el demonio se sienta más fuerte, y la persona que cede más débil e indefensa. Pero no tan fuerte que no pueda ser derrotado. Jesús es más fuerte que el demonio y todas sus astucias.
No es suficiente estar en el bando de Jesús, porque el demonio que vaga por lugares áridos, lanza continuamente ataques e intenta por todos los medios vencernos, y quiere arrastrar en su ruina a la mayor cantidad de discípulos. La lucha entre Cristo y el demonio continúa así en el corazón de los discípulos. La lucha está servida hasta el final de los tiempos.  Este “combate espiritual” es esencial al discípulo de Cristo.
¿Con qué armas podemos vencer? Las de siempre: oración intensa, la Palabra de Dios, la penitencia, una gran humildad-confianza, la vigilancia para no ser cogidos por sorpresa. “Si el árbol no es sacudido por los vientos, ni crece ni echa raíces. Así ocurre  con el monje: si no es tentado ni soporta la tentación, no se convierte en hombre” (Apotegmas 396). No es mala la tentación, sino dejarse llevar por ella; las tentaciones forman parte de la pedagogía de Dios con los hombres. En el Padre nuestro pedimos: “no nos dejes caer en la tentación”, no que no tengamos tentaciones y pruebas. Job, después de haber pasado por tantas y tan fuertes tentaciones y pruebas, dice: “Antes te conocía de oídas, ahora te conozco de verdad”."
(José Luis Latorre cmf, Ciudad Redonda)

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