Mañana empezamos un nuevo año. Quien más quien menos, todos intentamos empezarlo llenos de buenos propósitos. No sólo esperamos que la sociedad nos depare aquellas cosas buenas que deseamos, sino que también nosotros nos proponemos cambiar. Normalmente estos buenos deseos no se realizan casi nunca y pronto nos damos cuenta de que los cambios, o no son fáciles, o no llevan a donde nosotros querémos llegar...
El error está en que buscamos cambios externos, de fachada...y eso es algo parecido a lo que ha sucedido siempre en nuestra sociedad. Hemos girado la tortilla. Los pocos que estaban arriba los colocamos abajo. Unos pocos de los que estaban abajo, pasan a ocupar el lugar de los de arriba. Y la gran mayoría...sigue estando donde siempre estuvo...
Si los cambios no surgen del Amor de Dios que habita en nosotros, de nuestro interior...no conseguiremos formar el hombre nuevo, sino remozar, todo lo más, nuestra apariencia, que, al poco tiempo, volverá a descascarillarse...Es desde nuestro interior desde donde debemos empezar la construcción del hombre nuevo, para poder alcanzar un mundo más justo...Una justícia, una solidaridad, una espiritualidad que no nacen del Amor de Dios, de nuestro interior, son solamente injustícias mayores, máscaras, que ocultan la miseria de siempre...