El joven seguidor se quejaba de muchas veces, la gente, se conmovía de la hambruna de los pueblos africanos y, sin embargo, era insensible a los problemas de los inmigrantes africanos que estaban aquí. Es más, algunos eran claramente hostiles.
El Anacoreta sonrió pícaramente y dijo:
- Sí, a veces tenemos filantropía telescópica.
El joven miró sorprendido al anciano. Este se explicó:
- Dickens, en una de sus obras, nos presenta a un personaje que se conmueve ante los problemas lejanos y descuida totalmente a sus hijos. Dice de ese hombre, que tiene filantropía telescópica. Pues eso nos pasa a nosotros. Nos conmovemos ante las imágenes que nos llegan de algunos países africanos, pero nos mostramos indiferentes ante los que están en nuestra casa. Se les quiere negar la asistencia sanitaria o se les quiere fuera de aquí.
Miró a los ojos al joven y concluyó:
- La filantropía telescópica se reduce a dar dinero, escribir sobre ello, pero no afecta a nuestra vida. En cambio el negro que está aquí, cuestiona nuestra vida, nos es incómodo, lo vemos cada día. Aquí no sólo hace falta solidaridad, sino, además, compromiso, acciones concretas. Y eso nos cuesta mucho más.
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