El Anacoreta, mientras lavaban los platos, dijo a su joven seguidor:
- La conversión de Pablo debería ser un modelo para todos nosotros.
Empezó a aclarar los cubiertos y continuó:
- Antes de su conversión, Pablo perseguía sin descanso a los cristianos. Dado su carácter, tras su conversión, cabría esperar que hubiese perseguido de la misma manera a los judíos. El cambio de Pablo es sorprendente. Se dedica a defender a los cristianos, pero no ataca a nadie. Se limita a predicar con la Palabra y con su Vida.
Miró al joven seguidor con simpatía y añadió:
- Cuando en la Iglesia nos hemos dedicado o nos dedicamos a perseguir al que no piensa como nosotros, es que no nos hemos convertido. No hemos entendido nada de Jesús. Él no condenó. Su misión, y esa debe ser también la nuestra, fue la de acoger, buscar a la oveja perdida, sanar al enfermo...Si salimos con violencia a la calle en nombre de Jesús, es en nombre de nuestro ego y no de Jesús, que lo hacemos. Es con la Palabra y con nuestra Vida con lo que debemos cambiar el mundo. El "mirad cómo se aman", que hacían exclamar los primeros cristianos a los paganos, es la verdadera predicación y no la condena y el ataque.
Y se fueron a rezar Completas.
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