"Jesús estaba expulsando un demonio que había dejado mudo a un hombre. Cuando el demonio salió, el mudo comenzó a hablar. La gente se quedó asombrada, aunque algunos dijeron:
– Beelzebú, el jefe de los demonios, es quien ha dado a este hombre poder para expulsarlos.
Otros, para tenderle una trampa, le pidieron una señal milagrosa del cielo. Pero él, que sabía lo que estaban pensando, les dijo:
– Todo país dividido en bandos enemigos se destruye a sí mismo, y sus casas se derrumban una tras otra. Así también, si Satanás se divide contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su poder? Digo esto porque afirmáis que yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú. Pues si yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú, ¿quién da a vuestros seguidores el poder para expulsarlos? Por eso, ellos mismos demuestran que estáis equivocados. Pero si yo expulso a los demonios por el poder de Dios, es que el reino de Dios ya ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado cuida de su casa, lo que guarda en ella está seguro. Pero si otro más fuerte que él llega y le vence, le quita las armas en las que confiaba y reparte sus bienes como botín.
El que no está conmigo está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama."
Los demonios simbolizan el mal. Aquí Jesús libera a un hombre al que un demonio ha dejado mudo. Es la mudez de la falta de valentía. La que nos hace callar cuando deberíamos hablar para defender a los otros, para decir la verdad que sabemos no va a gustar a los otros. Aquello que hoy llamamos "políticamente incorrecto". En nuestra sociedad somos muy rápidos para acusar y empleamos grandes columnas de diario y espacios radiofónicos para hacerlo. Cuando resulta que se demuestra que nos hemos equivocado, aparecen, si es que lo hacen, unas pocas líneas para reconocerlo. Nos quedamos mudos, en vez de proclamar la verdad. Pasamos días comentando atentados en Europa y apenas hablamos de los sucedidos en Nigeria, Pakistán, Afganistán...Estamos en una sociedad "muda".
Los judíos, en vez de alegrarse de que Jesús haya hecho hablar a aquel hombre, dicen que eso lo hace por el poder de los demonios. Pero el mal no puede vencerse con el mal. Jesús es el liberador y cada vez que vencemos el mal en su nombre, hacemos que el Reino ya esté entre nosotros. El mal se vence con el bien. Lo contrario es desparramar. Seguir a Jesús es, entre otras cosas, liberar a la sociedad del demonio mudo y proclamar la verdad, aunque nos cueste la vida.
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