Por aquel tiempo, Jesús dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que ocultaste a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie conoce realmente al Hijo, sino el Padre; y nadie conoce realmente al Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera darlo a conocer. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar. Aceptad el yugo que os impongo, y aprended de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontraréis descanso. Porque el yugo y la carga que yo os impongo son ligeros.
Es algo que nos cuesta entender: para conocer a Dios no necesitamos grandes estudios, ser poderosos, ser muy inteligentes. Para conocer a Dios debemos ser sencillos, humildes. El que sabe muchas cosas no suele ser receptivo porque cree que lo sabe todo. El sencillo es aquel que se fia de los demás, que quiere aprender, que busca...
Es el pobre, el perseguido, el que está en dificultades, el que reconoce a Dios. Porque Dios está en ellos. Por eso es ahí donde debemos buscarlo.
El sencillo nos da ejemplo de paciencia, de aceptación. Reconoce que el yugo que Dios le impone es ligero. Sabe vivir el día a día con alegría y agradecimiento. Sabe que la felicidad está muy lejos del poder, del dominio, del tener...Sabe que la felicidad radica en ser...
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