Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre, que me ha enviado; y yo lo resucitaré el día último. En los libros de los profetas se dice: ‘Dios instruirá a todos.’ Así que todos los que escuchan al Padre y aprenden de él vienen a mí.
No es que alguien haya visto al Padre. El único que ha visto al Padre es el que ha venido de Dios. Os aseguro que quien creeu tiene vida eterna. Yo soy el pan que da vida. Vuestros antepasados comieron el maná en el desierto, y sin embargo murieron; pero yo hablo del pan que baja del cielo para que quien coma de él no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi propio cuerpo. Lo daré por la vida del mundo.
Jesús sigue hablando del Padre y del Pan de Vida. Empieza por decirnos que la iniciativa es del Padre. Es Él quien nos lleva a Jesús, quien nos lleva a la vida. Pero nosotros somos libres de aceptarlo o no. De unirnos a Jesús o no. Y es Jesús el único que conoce de verdad al Padre y nos lo puede mostrar con su Palabra.
También nos habla de la Eucaristía, del Pan de Vida. Ese Pan que partió en la Última Cena y sigue partiendo y repartiendo en cada misa. Alimentarnos de él significa transformarnos en Jesús. Si después de cada comunión nuestra vida no se parece más a la de Jesús. Si no nos entregamos más, compartimos, amamos...no lo hemos recibido de verdad. No olvidemos que este Cuerpo es el que da Vida al mundo.
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