martes, 1 de agosto de 2017

PACIENCIA


"Jesús despidió a la gente y entró en la casa. Sus discípulos se acercaron a él y le pidieron que les explicase la parábola de la mala hierba en el campo. Él les respondió:
- El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre,  y el campo es el mundo. La buena semilla representa a los que son del reino; la mala hierba, a los que son del maligno;  y el enemigo que sembró la mala hierba es el diablo. La siega representa el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. Así como se recoge la mala hierba y se la quema en una hoguera, así sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre mandará sus ángeles a recoger de su reino a todos los que hacen pecar a otros y a los que practican el mal. Los arrojarán al horno encendido, donde llorarán y les rechinarán los dientes. Entonces, aquellos que cumplen lo ordenado por Dios brillarán como el sol en el reino de su Padre. Los que tienen oídos, oigan."

El mundo no es como nos gustaría. La perfección no existe. Nos guste o no, el bien y el mal siempre estarán mezclados.
Jesús es paciente. Espera a arrancar las malas hierbas. Nosotros, por el contrario, las arrancaríamos en seguida. Pero, ¿de verdad sabemos distinguir entre el bien y el mal? ¿Quiénes somos nosotros para juzgar? Si queremos arreglar este mundo, no lo haremos eliminando a los que creemos malos. Corremos el riesgo de que paguen justos por pecadores. Si queremos cambiar el mundo, lo harán nuestras pequeñas acciones cotidianas, como veíamos ayer. Sólo Dios tiene todos los elementos para podernos juzgar.
Si creemos que alguien hace el mal, lo que debemos hacer es conseguir que se dé cuenta de ello. Y esto se logra, no con sermones ni descalificaciones, sino con nuestro ejemplo. Con nuestros actos de Amor. 

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