Llevaba el Anacoreta un buen rato observando la fuente y la jarra. Los discípulos no pudieron resistir la curiosidad y le preguntaron:
- ¿Qué estás mirando?
Tardó un ratito en reaccionar y luego respondió:
- Estaba meditando sobre la jarra y la fuente. ¿Qué símbolo os parce mejor para nosotros, la fuente o la jarra?
Pensaron un momento y el más joven respondió:
- La fuente. Hemos de dar constantemente aquello que recibimos.
El más antiguo disentió:
- No, la jarra. Hemos de almacenar Amor.
La cara del Anacoreta se iluminó con su sonrisa amplia y dijo:
- Tú, como eres más joven, eres más generoso. Sí, tienes razón. Hemos de dar lo que recibimos. Pero, desgraciadamente hay muchas personas que un día, tras darlo todo durante años, se encuentran vacías y entonces lo abandonan todo. ¡Cuánta gente apostólica he conocido que han acabado quemados por su mismo apostolado!
Y mirando al más antiguo prosiguió:
- Sí, tienes razón. Hay que almacenar Amor, pero tambien hay que dar. Una jarra que sólo almacena, con facilidad se convertirá en una jarra de aguas pútridas. ¡Cuánta gente de gran espiritualidad he visto transformarse en egoístas, alejados de los hombres!
Y tomándolos cariñosamente por el brazo les dijo:
- Hemos de ser fuente y jarra que desborda. Hemos de dar el Amor que recibimos sin quedarnos vacíos nosotros...
Y se fueron a rezar Vísperas los tres juntos...
Hemos de ser fuente y jarra que desborda. Hemos de dar el Amor que recibimos sin quedarnos vacíos nosotros...
ResponderEliminarY se fueron a rezar Vísperas los tres juntos...