martes, 23 de junio de 2020

EL ANACORETA Y EL DISCÍPULO QUE SEGUÍA DESORIENTADO


Tras aquellas conversaciones con el Anacoreta sobre la oración, el discípulo más antiguo siguió nervioso y sin paz. Una noche, tras la oración de Completas, y aunque normalmente a partir de ese momento respetaban el silencio, no pudo más y se dirigió a su Maestro:
- Llevo ya unos años aquí en el desierto y sigo sin encontrar el camino de la verdadera contemplación. Por favor ayúdame. No puedo más.
Tomo el Solitario a su discípulo suavemente por un brazo y lo sacó al exterior, donde lucía un cielo estrellado como sólo puede verse en el desierto.
- El otro día te dije que miraras las estrellas. Desgraciadamente no hay palabras para hablar de lo espiritual. Siempre hemos de recurrir a metáforas.
Y mirándole a los ojos le preguntó:
- ¿Qué sientes al mirar este cielo?
- Una gran paz y una sensación de salir fuera de mí - respondió el discípulo.
- Esa es la primera condición para orar, la paz. Si te pones nervioso, si te obstinas en contemplar, no lo conseguirás. Haz la paz en ti y busca en tu corazón. Juan de la Cruz lo dejó en claro en Noche Oscura: "Sin otra luz y guía, sino la que en el corazón ardía". Y un poeta nos dejó estas bellas palabras:
"De noche iremos,
de noche.
Que para encontrar la fuente,
sólo la sed nos alumbra."
Déjate llevar por el amor, por ese deseo que sientes en tu interior y orarás...
Y ambos permanecieron un buen rato contemplando extasiados la bóveda celeste...

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