viernes, 5 de junio de 2020

EL ANACORETA Y EL HOMBRE QUE EXIGÍA SER AMADO


Llegó desesperado a la cueva:
- Estoy desesperado, hundido - dijo - mi mujer me ha dejado. Ella era la persona que realmente me comprendía y me quería. Ella me hizo descubrir las zonas más recónditas de mi persona. Y de pronto me dice que no puede más. Que la presiono demasiado. Que junto a mi se siente ahogada. Me dice: "Quieres que todo el día esté pendiente de ti, y eso no puede ser..."
Permaneció el Anacoreta un buen rato en silencio, esperando que aquel hombre se sosegara. Luego con voz suave le dijo:
- Cuando alguien me viene con este problema, siempre le cuento la historia de aquel discípulo, que tras darse cuenta  que abonando un terreno la producción se duplicaba, al año siguiente utilizó el doble de abono y sólo logró quemar las plantas...
Tomó arena entre sus manos, y mientras la dejaba escurrir entre sus dedos, añadió:
- El exceso de amor produce efectos contrarios. En realidad ya no es amor. Lo que hacemos es exigir...atosigar...presionar al otro. El verdadero amor ni es posesivo ni es exigente.
Miró al horizonte. Puso su mano sobre el hombro del desesperado y le dijo:
- Lo pero es que, cuando hemos destrozado un amor, es muy difícil recuperarlo. Sólo cabe que le pidas perdón por haberle exigido lo imposible...Si ella te ama de verdad, y ha quedado algo de amor bajo las cenizas, quizá puedas recuperarla.
Y el hombre volvió a la ciudad con un poquito de esperanza...

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