Durante la frugal comida, el discípulo parecía preocupado y ausente. El Anacoreta le preguntó:
- ¿En qué piensas?
Suspiró el discípulo y dijo:
- Pienso en la vida. Es complicada. Cuando creemos ser felices, algo que parece insignificante nos deja sumidos en la tristeza. Cada mañana, al rezar Maitines me pregunto qué sorpresas desagradables me deparará el día.
Siguió comiendo el Anacoreta. Luego, dejando la escudilla en el suelo, contestó mirando al horizonte:
- La vida es como un camino. Atraviesa bosques y campos, sube a las montañas y baja a los valles, pasa por lugares áridos y por otros llenos de frescura y de verdor...Además, al recorrerlo, se tienen días de sol, de lluvia, de frío y de calor...
Miró fíjamente al discípulo y añadió:
- Lo importante es que seamos conscientes de que ningún lugar es eterno, de que hemos de seguir caminando. Y, por encima de todo, que cada uno de esos momentos tiene su belleza única. Y si el tiempo es malo...ya cambiará y veremos lugares nuevos...
Y tomando su escudilla se dirigió a la fuente para lavarla...
No hay comentarios:
Publicar un comentario